TALLERES DE VIDEOGRAFÍA Y CINEMATOGRAFÍA PARA LOS JÓVENES
EXPERIENCIAS Y METODOLOGÍAS EN CINE Y EDUCACIÓN
Cuando, en el curso académico 2005-06, empecé a impartir talleres de video en un Instituto de Badia del Vallès, mi propuesta era básicamente filmar y proyectar una serie de vivencias con un grupo de jóvenes de unos 14 años. Los grupos eran bastante grandes, hasta 30 alumnos, pero jugábamos con la doble ventaja de contar con una profesora de plantilla responsable de la clase, y la propia motivación y curiosidad de los alumnos. Se trataba por tanto de alternar sesiones de grabación y de visionado: rodar con pequeños equipos mientras el resto de la clase trabajaba el guión, y visionar todos juntos el material en una gran sala bien acondicionada, con proyector y una pantalla de unos dos metros de de altura, y un buen equipo de sonido. A lo largo de los sucesivos trimestres, en dos sesiones semanales de una hora, fuimos perfeccionando el método con diferentes grupos de alumnos que, a lo largo de tres meses, tenían la oportunidad de experimentar y disfrutar con un taller de introducción a la videografía y, en la medida de las posibilidades, también a la cinematografía.
Las primeras sesiones servían para tomar contacto con los dispositivos y el propio tallerista. Pedíamos a los alumnos que prepararan una breve presentación y hablaran de algunas aficiones. Trabajábamos en parejas, un alumno hablando ante la cámara y el otro registrando detrás, familiarizándose con algunas nociones básicas como encuadre o monitorización del sonido. La proyección de todas estas presentaciones seguidas permitía ya entrever los potenciales del montaje, cuando el conjunto de fragmentos quedaban ensamblados en una pieza mayor.
En la segunda parte del curso, en grupos de 4 a 6 alumnos, se llevaba a cabo el rodaje, al tiempo que el resto trabajaba en el guión, tanto literario como gráfico. Durante la propia sesión de grabación, estos guiones se completaban con un guión técnico concebido y montado en caliente, que posteriormente era evaluado y discutido en la sala de proyecciones. A nivel formal trabajamos siempre con planos fijos hechos con trípode, una limitación autoimpuesta para evitar la dispersión de las grabaciones cámara en mano, algo que además ayudaba a unificar las composiciones y a trabajar la continuidad a través de cortes obligados frente a planos-secuencia interminables. A nivel temático los chicos optaban a menudo por trabajos ligados al fútbol, las chicas tendían a trabajar más la imaginación y el drama. Desde un principio nos propusimos no invertir demasiado tiempo en los aspectos técnicos y tecnológicos, el acceso al software y hardware era limitado, y nos interesaba sobre todo experimentar al máximo que pasa cuando se pone en contacto una serie de imágenes y sonidos similares. En cierto modo se podría decir que trabajábamos el montaje en la sala de proyecciones, en vez de la moviola, para apuntar algo más allá de la informática y las nuevas tecnologías digitales.
Desconozco qué habrá sido de las pilas de cintas Hi8 que acumulamos a lo largo de varios cursos, un material «en bruto» de gran belleza que los alumnos de manera efímera disfrutaron enormemente. La posterior colaboración en un proyecto de la UNESCO y el 3Cat pondría de manifiesto, a finales del curso 2006-07, las numerosas trabas legales ligadas a la cesión de derechos de imagen de menores. Por otra parte el método sería exportado a diferentes asociaciones y escuelas, desarrollando en ocasiones nociones más avanzadas: foco, exposición, movimientos de cámara, ritmos… A finales de 2008 la colaboración con Jordi Oriola permitió impartir y al mismo tiempo filmar un nuevo taller para jóvenes en la Fundación Marianao de Sant Boi, esta vez sí con sesiones de montaje ante la pantalla del ordenador. De este encargo surge un documental que justo ahora se presenta y que en buena medida recoge el bagaje de estos años.
En cualquier caso, más allá de resultados concretos, pienso que el trabajo llevado a cabo en estos años puede haber ayudado a despertar la sensibilidad auditiva y visual de algunos jóvenes o, al menos, a mejorar sus defensas frente al incesante flujo audiovisual que enturbia su conciencia y emociones. A nivel sociopedagógico, el trabajo de observación y reflexión sobre el entorno y los propios mecanismos de captación y reproducción audiovisual, probablemente sugieren nuevos potenciales relacionales en los medios social y audiovisual, al tiempo que mejoran la agudeza perceptiva y el espíritu crítico de los alumnos. Pero más allá de la dimensión puramente intelectual y funcional, tal ejercicio de expresión puede ser concebido como una semilla que podría repercutir para siempre en futuras generaciones, ¿o bien podemos concebir a nosotros mismos sin los aprendizajes en dibujo, pintura, escritura, poesía, danza, música, teatro, manualidades… que tanto nos marcaron?
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