Play-Doc 2023: Imágenes al filo de la desaparición
Esta pieza ha sido elaborada durante el Seminario de crítica y programación de cine restaurado, que organizamos en colaboración con Play-Doc 2023 (29–30 de abril, Tui).
La ciudad fronteriza de Tui, atravesada por movimientos perpetuos —el correr del río Miño hacia el Atlántico, el flujo de peregrinos hacia Santiago—, parece el lugar idóneo para repensar una historia del cine. Ahí se celebra cada año el Play-Doc, cuya programación dedica un amplio espacio a las retrospectivas. Entre los nombres propios de esta última edición se encuentran Chantal Akerman, Aravindan Govindan, Sohrab Shahid Saless o Luigi di Gianni.
El programa dedicado a Akerman se inauguró con un hallazgo reciente: cuatro cortometrajes inéditos de 1967, que fueron proyectados junto a News from home (1977), última pieza de esta primera etapa a la que Play-Doc dedicó su retrospectiva. Entremedio, obras como la inacabada Hanging out yonkers (1973), que cobra un carácter espectral en el silencio absoluto de la sala (el sonido de la única bobina conservada se perdió).
La incorporación de estos cuatro cortos a la filmografía de Akerman, así como la proyección de Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles, recientemente elegida como mejor película de todos los tiempos en la lista de Sight & Sound, remiten a una cuestión esencial para la configuración de cualquier historia del cine: la visibilidad de las obras, estrechamente ligada a su preservación y restauración. Tal vez no sea casualidad, por ejemplo, que Touki Bouki (D. Diop Mambéty, 1973) apareciera por primera vez en la lista de S&S en 2012 tras su restauración en 2008; o que Jeanne Dielman, restaurada en 2015, alcanzara la primera posición en la siguiente edición de la lista. Al margen de debates estériles sobre qué películas son mejores que otras, puede que el valor de los cánones se encuentre precisamente en sus mutaciones: en aquello que nos dicen acerca de las condiciones materiales subyacentes, que contribuyen enormemente a determinar nuestro repertorio cinematográfico, y en las posibilidades críticas que abre cualquier alteración.
Un buen ejemplo de todo ello es la obra de Sohrab Shahid Saless, ampliamente desconocida a día de hoy, si bien la proyección de Lejos de casa (Dar Ghorbat, 1975) dejó claro que se trata de un olvido inmerecido. La primera película que el cineasta iraní filmó en Alemania —en los tiempos en que Fassbinder, Wenders y demás operaban en el marco de la Filmverlag der Autoren— sigue la rutina de un migrante turco que trabaja en una fábrica metalúrgica de Berlín. Desde una puesta en escena meticulosa, en la que predominan los planos estáticos y un silencio que amplifica la atmósfera fantasmal de una ciudad dividida, Saless acompaña la soledad de su protagonista con destellos de humor y de ternura, en una especie de contraplano del Neuer Deutscher Film.
Lejos de casa es también la primera película del cineasta restaurada por el Shahid Saless Archive, que tiene como objetivo poner su obra de nuevo en circulación; ya que ahora mismo, la mayor parte de la filmografía de Saless es de difícil acceso, y las copias que circulan son de baja calidad. Vivien Buchhorn, impulsora del proyecto, habló en Play-Doc acerca de las dificultades para obtener los materiales originales, custodiados en muchos casos en archivos de televisiones, cuyas políticas de conservación y acceso difieren mucho de los archivos nacionales. Este entramado de intereses —o mejor dicho, de desintereses— condiciona profundamente las formas que adopta, o puede llegar a adoptar, una historia del cine.
La precariedad de algunas copias —y, a la vez, la importancia de mostrarlas— fue un aspecto central de otra retrospectiva que pudo verse en el Play-Doc. Los cortos del cineasta italiano Luigi di Gianni se proyectaron en una calidad ínfima, hay que suponer que la única existente, y aun así fue posible apreciar la enorme relevancia artística y antropológica de una obra sumida en el olvido. Su aproximación a los rituales paganos de la región de Lucarnia, conservados durante siglos dentro del simbolismo cristiano, retoma los estudios del antropólogo Ernesto de Martino, pero desborda su aparente naturaleza etnográfica. Di Gianni prescinde casi sistemáticamente del sonido directo, usando en su lugar una música extraña y penetrante, hecha a base de sintetizadores; sin la vocación documental ni el ojo compositivo de Vittorio de Seta —cineasta que desarrolló una tarea paralela—, su cámara se mueve en trayectorias sugerentes, como poseída por las mismas dolencias que sus sujetos de estudio.
En mejores condiciones llegó Kummatty (1979), del cineasta indio Aravindan Govindan. La película toma el nombre de un misterioso personaje, mezcla de hechicero, espíritu y vagabundo, temido y reverenciado por los niños de una aldea solitaria, que va y viene con las estaciones. Shivendra Singh Dungarpur, fundador de la Film Heritage Foundation, fue el encargado de presentar la película, cuya restauración se llevó a cabo a partir de una copia positiva a falta del negativo original. Según contó en la presentación, los colores de la copia de base estaban muy dañados, y la restauración se hizo a partir de una serie de aproximaciones, contando —entre otros materiales— con fotografías hechas por el hijo de Govindan en los lugares de rodaje.
La insuficiencia del material de base se hace evidente en algunos tramos de la película: de pronto los colores se oscurecen, las figuras pierden su nitidez. Las imágenes se asoman al filo de su desaparición, y en la oscuridad de la sala tomamos conciencia de su fragilidad, y de la concatenación de azares que ha permitido que Kummatty siga agitándose como una sombra en la pantalla, bailando en selvas y llanuras y transformando a los niños en animales. En estos momentos, como sucede con la película inacabada de Akerman, Hanging out yonkers, uno piensa inevitablemente en todas las imágenes perdidas por el camino; y esas figuras ya lejanas que siguen moviéndose bajo la luz parecen más fantasmagóricas que nunca.