Procesos #28 – Xisela Franco
Xisela Franco (Vigo, 1978) es uno de los referentes del cine gallego más experimental. Sus obras, que combinan técnicas del cine observacional más puro hasta la proyección sobre espacios o cuerpos reales, han girado ya por todo el mundo. Además, Xisela es una artista interdisciplinar que combina el cine con actividades docentes, entre las que destaca el proyecto de Máster 35.ESAV que, desafortunadamente, se encuentra en un impasse.
Aprovechando su videoexposición Interior / Exterior / Durante que tuvo lugar en el Museo Luís Seoane dentro de la programación de la edición 2017 del (S8) Mostra de Cinema Periférico, filmo lo que debería ser el Procesos de Xisela pero que, por cuestiones de la propia grabación y la imposibilidad de la directora de separarse del cine, termina por ser un procesos de entrevistada y entrevistador.
Te sitúas siempre entre el documental y el cine experimental. ¿No encuentras interés en la ficción o simplemente crees que tu voz no pertenece a ese género?
El término género (documental o ficción) no ayuda a describir parte de este cine actual que transita en la frontera. Trabajo con la poética de lo real pero el cine que defiendo es pura construcción, subjetividad; de alguna forma es ficción porque ‘ficcionalizo lo real’.
Construimos en el rodaje, en el trabajo de cámara, que constituye una grafía, en el movimiento de mi mano-cámara, y también construimos en el montaje. Sobre todo se construye en la edición de esas imágenes y sonidos, pues en el montaje se escoge, se encadena el significado, se encuentra el ritmo propio de cada obra. Crear una película es pintarla, tallar con cincel las imágenes y sonidos. Para mí es un salto al vacío con colchoneta debajo: me entrego al rodaje y confío en el montaje. Hay un espacio, un paisaje, hay personajes, hay una historia o un viaje emocional. Al mismo tiempo existe otra fuerza, porque compruebo que la obra paralelamente se construye sola, porque crear es entregarse a encontrar, es encontrar, descubrir. Hacer cine para mí es estar abierto a conocer, a perder el miedo a materializar algo que se manifiesta en el propio proceso de montaje. Trabajo con lo real pero me sitúo lejos de una aproximación objetivista a la realidad que es más sencillo encajar bajo la etiqueta de cine experimental. Hay tanta materia prima en lo real que no me atrevo a lanzarme a la ficción. Tengo más tendencia al ensayo literario que a la novela.
Filmas mucho desde el autorretrato. ¿Qué te aporta ese enfoque?
Da la impresión de que trabajo mucho con el autorretrato, pero de momento, estrictamente como autorretratos, solo he hecho dos: Vía Láctea (2013), que es una estampa de maternidad, y Autorretrato de un minuto (2016), que es una pieza casi de humor. Es verdad que trabajo a menudo en primera persona, dentro de los géneros del “yo”. El ensayo, el diario, el archivo, la autobiografía… Este enfoque subjetivo me permite expresarme desde un discurso más íntimo. En la soledad de la creación me encuentro experimentando con una cámara y con mi pensamiento y mi cuerpo. Este enfoque lejos de ser narcisista permite tanto la experiencia como el punto de vista exterior, la crítica política, la reflexión sociológica. Cuando hablo de lo que siento, de cómo siento lo que me rodea, no quiero narrar en tercera persona simulando que se habla desde la objetividad. Paralelamente a esta mirada, pienso que trabajo también desde lo etnográfico, observando a las personas y el mundo que tengo fuera. Son dos características que parecen polarizadas pero sabemos que no lo son, que hay mucho trabajo hecho con una mirada personal o confesiva hacia el “otro”, hacia el mundo. Se habla de auto-etnografía cuando aplicamos esa mirada de etnógrafo a uno mismo. Aparecen así mezclados diferente modos de representación (que describió de forma más o menos acertada Bill Nichols): observacional, poético, participativo, performativo. Mi trabajo es más próximo al proceso del artista, no considero necesario escapar de mí misma.
En esta forma de filmar, muchas veces empleas tu propio cuerpo o imágenes personales como elementos con los que trabajar. ¿No tienes miedo de exhibir en exceso tu intimidad? Aunque, en realidad, hacer cine es desnudarse para la cámara…
No soy una persona pudorosa, pero es cierto que durante el montaje decido finalmente lo que muestro. Hay una negociación entre mi impulso expresivo, desbocado, y cierta prudencia reflexiva necesaria para protegerme. Para no caer en el exhibicionismo o en el egocentrismo la pieza tiene que sostenerse con armonía entre la forma y el contenido, y debe también poseer cierto carácter auténtico que la valide. Hacer cine también es jugar porque la creación invita a seguir siendo niña. El proyector como lanzador de imágenes me da posibilidades, me puedo sumergir en el mundo de las sombras y explorar más allá de la pantalla. Es una herramienta invocadora. Al mismo tiempo, si lo analizo desde fuera, también tiene que ver con expandir el cine, cuestionar su espacio tradicional. Proyectar sobre un cuerpo es proyectar sobre un objeto que tiene vida, una pantalla en 3D que respira, usar el cuerpo como pantalla me parece una vía de trabajo con resultados muy sugerentes.
Otro de los rasgos que identifican a tus obras es la proyección sobre espacios o cuerpos. ¿Qué interés le ves a esta forma de (re)crear imágenes ya filmadas?
Proyectar sobre un váter, sobre un grifo, sobre una nevera con un aguacate, dentro del lavavajillas, proyectar sobre la parte más baja de la pared, sobre el techo. Me gusta romper la proyección bidimensional y jugar con superficies que de por si no son pantallas. Por ejemplo, mi pieza Sculpture la hice en Canadá, en soledad, y en ella proyecté en las paredes los trabajos de un amigo artista que estaba a 6.000 km. El proceso de construcción de una escultura me acompaña en los espacios de mi casa. Es como bautizar mi espacio actual con una imagen de un amigo de siempre, jugar con la ilusión de engañar a los ojos. Un gesto simbólico y terapéutico que acerca al cine a la parapsicología.
En Interior, Exterior, Durante y en Vía Láctea la maternidad es un tema recurrente. ¿Crees que ser madre influyó en tu forma de hacer cine?
Sin duda. Ser madre me influyó como experiencia enriquecedora y transformadora, no se puede amar más fuerte que a una hija. Yo pensaba que hacer películas era de alguna forma como tener hijos, pero he aprendido que no. Vivimos tiempos precarios, para nosotros que crecimos en la ilusión de abundancia, y el cine y el arte son sectores vulnerables. Hay que luchar para resistir. A menudo retrato lo cotidiano, aquello que condiciona mi existencia presente, por eso hablo de lo que vivo, de lo que quiero vivir o entender. Hacer cine es querer entender el mundo, preguntarse a uno mismo y compartir tu visión. Combinar maternidad y trabajo requiere de una fuerza formidable que permite poco tiempo para el necesario recogimiento de la creación. Más allá de la alegría de ser madre, las mujeres de hoy afortunadamente buscamos realizarnos profesionalmente, tener trabajo e independencia. Y no es fácil, por eso tenemos hijos tarde. En Interior, Exterior, Durante quise invitar al espectador a mi casa. Son ocho horas de película que narran el desarrollo de un día completo. Mientras que en el sonido se asiste a la crianza a lo largo de tres años, el aprendizaje del lenguaje de mi hija, la imagen sirve como balón de oxígeno. Quería hablar de esa experiencia. Sobre maternidad y creación hay poco escrito desde los estudios feministas, también hay poco hecho desde el cine, y yo aproveché este tiempo de rodaje, montaje, de estudio de mi archivo sonoro, para reflexionar sobre lo que estaba viviendo.
En ocasiones, tus obras modifican la imagen con la proyección de dos o tres pantallas, horizontales o verticales. ¿Esta decisión viene después de haber filmado las imágenes o parte ya de la idea original previa a la grabación?
Ahora que lo preguntas recapitulo: Hice Cruz Piñón, Hyohakusha, Día 13 de Julio y día 12 de Agosto, Santiago olladas de perfil, que efectivamente son películas a dos pantallas, verticales u horizontales. Algunas de ellas se vieron expuestas con dos pantallas, en otras una de las pantallas funcionó como película independiente en festivales. Me gusta explorar esa ambivalencia, entre el festival de cine y la galería de arte. El proceso me va dictando cómo proceder. Interior, exterior, durante es un tríptico pensado en principio para museo, por sus características de duración, necesidades de inclinación de las pantallas laterales, software de mapping… En casi cualquiera de estas películas hay una exploración de la pantalla, de la proyección, existe una necesidad de jugar con las nuevas posibilidades que trae el cine hoy. Es cine expandido, cine expuesto. Quiero explorar hasta dónde llega la vaga atención del espectador paseante, hasta donde la fragmentación de la narrativa, incluso donde podemos estirar las posibilidades del museo o galería. He visto mis obras en condiciones indeseables, de luz, de calidad, en los espacios del arte contemporáneo. A veces no te queda otra que aceptarlo, pero en otras ocasiones existe un doble esfuerzo por adaptarse a las condiciones de la obra, como en el caso de Interior, exterior, durante, en el Marco de Vigo. Construyeron las pantallas a la medida de las paredes, se pusieron dos tipos de asientos más cómodos (sofás y puffs), se pintó de negro la sala. O como en el caso de Hyohakusha (codirigida con Anxela Caramés), que se expuso en el Espacio Normal de Coruña y se pudo ver de dos maneras gracias a una pantalla de retroproyección: por una parte como película de cine en una sala interior, con buena acústica y asientos cómodos para el espectador, y al mismo tiempo desde fuera como una película expuesta (como un díptico además) para el paseante espectador.
¿Cuáles son los filmes y autores que han sido más importantes en tu formación?
Depende del momento en que me preguntes. Las dimensiones de mi cine son pequeñas, mis películas en general son como notas de diario, impresiones personales, no pretendo acercarme a ninguno de los cineastas que admiro. Pero como referentes del cine me vienen a la cabeza figuras como Maya Deren, Jean Rouch, Agnès Varda, Chris Marker, Chantal Akerman, Sokurov, Godard, Louie Golpee, Werner Herzog, Bill Viola, William Wellman, Robert Frank… En España Val del Omar, o grandes nombres como Buñuel, Erice, Saura, Guerín. En Canadá entré en contacto con amigos y profesores que están haciendo cosas realmente inspiradoras, como Phil Hoffman, Andrea Bussman, Nicolás Pereda, Tracy German, Luo Lee, Marcos Arriaga, Igor Drljaca, Stephen Broomer, Noé Rodríguez. En Galicia muchas de mis compañeras y compañeros están haciendo un cine auténtico, como Oliver Laxe, Eloy Enciso, Diana Toucedo, o cineastas-artistas como Carla Andrade, Alberte Pagán, Lois Patiño, Lara Bacelo, Begoña Santiago. Largometrajes como Esquece Monelos (2016) de Ángeles Huerta o Os fillos da vide (2017) de Ana Domínguez son una alegría, entre el ensayo, la narración en primera persona y la etnografía. Vemos que en el presente hay mucho cine que está innovando en la forma, y es fantástico poder decir que Galicia está a la vanguardia de este cine de autor, independiente, muchas veces pequeño, y de carácter artístico.
Hace unos meses cerró la 35.ESAV, un lugar de formación que contaba con un equipo de profesionales de mucha calidad. ¿Cuál es el sabor que se te queda después de ver como un proyecto interesante como 35.ESAV no logra salir adelante?
Tristeza, de momento. Fue un proyecto ambicioso que intentamos asentar en Vigo, poniendo mucho trabajo y esfuerzo, capital personal y toda la ilusión de un grupo de cooperativistas que creíamos en el proyecto. Teníamos vinculada una altísima calidad docente, única en España. La oferta curricular fue meticulosamente elaborada. Teníamos el apoyo del sector y de la academia (prescriptores en las escuelas y universidades), y de AGADIC con dos becas, aunque a nivel local el Ayuntamiento de Vigo no quiso saber nada de nosotros. Esto te da una idea de la dificultad que cualquier iniciativa, cultural o educativa, grande o pequeña, tiene para salir adelante en mi ciudad. También nos habían ofrecido colaboración en el Festival (S8), además de estar trazando sinergias con otros festivales y con empresas como Canon. En verano logramos llenar nuestra escuela de gente interesada en los ciclos de cine, en los cursos y talleres, casi siempre gratuitos, que ofrecíamos. A pesar de todo esto, siendo cuatro másters (tres de fotografía), no se pudo materializar esa euforia en suficientes matrículas. Nos quedamos a las puertas. Lanzarse por debajo del mínimo era muy arriesgado. Tengo la seguridad de que el posgrado en cine hay que volver a lanzarlo aprendiendo de los errores. Fue un proyecto único que tiene que dar frutos.
En 35.ESAV estabais centrados en una forma de entender el cine y la fotografía que escapa de lo «tradicional». ¿Crees que no hay sitio hoy en día para ese arte más transgresor, más rupturista?
Estamos viviendo el momento más hermoso del cine en Galicia y es necesario un máster de este tipo, donde canalizar buena parte del talento. Hablo de cine independiente, a menudo transgresor desde el punto de vista del lenguaje. Por otra parte, aquí también tenemos grandes fotógrafos. Cine y fotografía de autor son perfectos compañeros de aprendizaje. Propondría un proyecto de escuela mixta cine-fotografía con dos cursos. Favorecer la cantera y motivar el intercambio de conocimiento en Galicia. Pienso que se debe re-escalar el proyecto, ofertarlo por módulos, y contar con inversión pública y privada desde ese primer empujón. De momento estamos aún asumiendo la decisión de posponer el proyecto y pagando, literalmente, las consecuencias de esta aventura. Pero el profesorado está expectante y dispuesto a volver a trabajar en un proyecto así. Hay mucho trabajo hecho y alumnos esperando. Estoy abierta a ofertas y propuestas. He aprendido mucho y quiero pensar que los fracasos pueden ser futuras victorias.
Al hilo de lo anterior, tú has proyectado Interior, exterior, durante en el Museo Marco de Vigo. Viendo lo que está sucediendo en el museo, ¿crees que podrás volver a mostrar tu trabajo allí?
La situación actual del Marco es insostenible, no es el momento de exponer allí. Tristemente, tenemos a la deriva un museo que, a lo largo de 15 años, se convirtió en un referente y que ahora agoniza: desde la renuncia del director a continuar en el cargo por las presiones políticas y financieras, hasta la reciente dimisión de la jefa de exposiciones Agar Contento. El alcalde de Vigo Abel Caballero dicta y manda en una insólita injerencia política, creyéndose avalado por una mayoría de votos que no justifica de ningún modo este proceder. El autoritarismo nunca se ha llevado bien con la vanguardia. Pedimos respeto y debate entre los profesionales. Que el Marco siga siendo un espacio libre e independiente alrededor del arte contemporáneo. Vigo está peor que nunca desde el punto de vista de las políticas culturales. La crisis no justifica el aniquilamiento de la cultura. Poco a poco se han ido cargando todo. Nos queda colaborar en la resistencia o marcharnos de aquí. Lo cierto es que en la adversidad los artistas estamos más unidos que nunca. Eso ya es un logro.