(RE)DESCUBRIENDO A JOHAN VAN DER KEUKEN

Beppie JVDK

Agradezco antes que nada la paciencia de los directores de A Cuarta Parede con respecto a este artículo, con el cual me comprometí hace ya un tiempo. Al mismo tiempo me gustaría darles las gracias por ofrecer un espacio para reivindicar y dar a conocer al que considero un cineasta fundamental del siglo pasado en el panorama europeo, y al que, según mi humilde opinión, no se le ha tenido en la consideración que merecería. Pero, como todo en esta vida, esta valoración es subjetiva, sin embargo espero que este conjunto de artículos que aparecerán sobre el cineasta holandés sirva para que quien los lea se interese por un autor total y completamente comprometido con el ejercicio cinematográfico.

Tal y como explica el propio van der Keuken en Vakantie van de filmer (Las vacaciones del cineasta, Johan van der keuken, 1974), (sobre la que después hablaremos en profundidad) su pasión, heredada desde joven a través de su abuelo, fue la fotografía. La imposibilidad de estudio de esta materia, le llevó a matricularse en L’Institut des hautes études cinématographiques (IDHEC) de París. De ahí saldría su primer trabajo, Paris a l’aube (Johan van der keuken, 1960), una brillante sinfonía urbana de la capital francesa. Pero la pasión inicial por la fotografía, arte en el que no dejará de trabajar en ningún momento, se verá complementada (y de qué manera) por el cine, campo en el que no dejará de crear y explorar hasta su muerte.

big ben ben webster in europeUn maestro del retrato directo

En los trabajos posteriores a sus estudios en París, el cineasta holandés pone en práctica las aptitudes formalistas adquiridas en la misma, aunque, ya desde un primer momento, dejará entrever que no es un cineasta de escuela, sino que tiene su propia manera de hacer y entender el cine. Aquí empieza el que, sin lugar a dudas, es uno de los principales rasgos del cine de Johan van der Keuken: la cámara al hombro. No es una desfachatez considerar que estas primeras películas poseen gran parte de los mecanismos formales del llamado cine directo. Aquí encontramos títulos tan importantes en la obra de Johan van der Keuken como Blind Kind (Johan van der Keuken, 1964), un retrato de una escuela social de chicos ciegos, Beppie (Johan van der Keuken, 1965), el retrato de una niña muy pintoresca y con las ideas muy claras o Herman Slobbe / Blind Child 2 (Johan van der Keuken, 1966) en el que se nos muestra la vida de Herman Slobbe, chico ciego que ya apareciera en la película anterior sobre esta institución. En estos filmes, a pesar del estilo de cine directo, habría que destacar la cuidada fotografía en blanco y negro o la virtuosidad en el retrato de personajes, heredada de forma clara de su pasión fotográfica. Todo ello en una época en que la sincronía entre imagen y sonido no estaba a la orden del día.

Mención aparte en esta primera época de Johan van der Keuken merece el film Big Ben: Ben Webster in Europe (Johan van der Keuken, 1966). De nuevo nos encontramos con este ejercicio ante un retrato en B/N, en este caso el del excelente músico de jazz norteamericano Ben Webster. Aunque en el film nos da pie para hablar de otro de los aspectos formales en el cine de Johan van der Keuken: el jazz. Y al hablar de este género musical no solo nos referimos al tipo de música que acompaña muchas de las obras del cineasta holandés. Sino que nos referimos a un concepto de forma, directamente relacionado con el montaje. Muchos son los expertos que no dudan en afirmar que Johan van der Keuken utiliza en la mayoría de sus films un montaje “jazzístico”, en el sentido de que se asimila mucho a los parámetros de este género musical, ya sea por aspectos como la libertad, el abandonamiento de un tema para volver al mismo o la introducción de un nuevo tema, sin que venga a cuento, aunque luego acabe tomando sentido.

Sin embargo, tal y como nos avisa Cristóbal Fernández en su magnífico artículo sobre el cine de JVDK y el concepto de cuerpo publicado ya hace un tiempo en el ya desgraciadamente desaparecido Blogs & Docs, no es un cine directo al uso, ya que “esa dimensión del cuerpo-sujeto del cineasta quedaba en el directo reducida a una mera posición observacional, que no ponía en duda el mundo presentado por las imágenes, que trataba de enmascarar su presencia amparándose en la coartada de una supuesta “buena posición” del observador. Para van der Keuken el modelo quedaba incompleto en cuanto que escondía lo aleatorio y fragmentario de la filmación, sin integrar de manera patente la duda y la experiencia del sujeto que filma”. Es decir, el directo puede ejercer de mecanismo, pero van der Keuken siempre lo pondrá en duda, ya que él como cineasta, está posicionándose en el discurso, y en el caso del cineasta holandés, ese posicionamiento va a ser objeto de reflexión constante y pieza fundamental en su cine.

DagboekUn cineasta político. Trilogía Norte-Sur

La época comprendida entre finales de los sesenta y principios de los setenta, siempre con el Mayo Francés como punta de lanza, es sin lugar a dudas una época convulsa tanto en lo político como en lo social. El mundo del cine se posiciona ideológicamente en este batalla y Johan van der Keuken no se queda para nada atrás, y entra de lleno en esa lucha política a través de su cine.

De Tijd Geest (El espíritu del tiempo, Johan van der keuken, 1968), con un título ya claramente esclarecedor sobre el contenido e intención de la cinta, es la primera incursión de lleno en el cine político del cineasta holandés. Una crítica feroz al sistema y una vía de difusión de las nuevas ideas de entender la sociedad, sobretodo por las nuevas generaciones. Los jóvenes “antisistema” con la cara pintada que aparecen en la cinta ya anticipaban de forma clara y concisa que los tiempos estaban cambiando, y que, para nada, querían seguir formando parte de ese sistema.

Pero sin lugar a dudas, la gran referencia de lo político en el cine de van der Keuken es la llamada trilogía Norte – Sur. Dagboek (Diary, Johan van der Keuken, 1972) es la primera pieza de las tres. Como bien se puede sobreentender del título es un diario filmado. Sin embargo no se trata de un diario filmado al uso como podrían ser los de David Perlov. Como siempre, van der Keuken hace uso del mecanismo, pero a este le impone su estilo. El cineasta holandés retrata a su familia en Amsterdam. A sus dos hijos, todavía muy pequeños, y a su mujer, embarazada del que va a ser su tercer hijo. Ante la cámara podemos ver lo que sería una familia al uso en la Holanda de los años 70. En contraposición la miseria de la Africa más profunda (en esta película las imágenes corresponden a Camerún y Marruecos). En esta buscada y radical contraposición se van lanzando unos discursos claramente antiglobalización y anticapitalistas. Llegados a este punto, lo mas importante en la película es el posicionamiento del autor. Van der Keuken toma partido, clarísimamente, pero con honestidad, con respeto, y siempre siendo consciente de su posición “primermundista” y “burguesa”.

La segunda pieza de la trilogía es Het Witt Kasteel (La fortaleza blanca, Johan van der keuken, 1973). De nuevo los discursos antiglobalización se vuelven patentes en la película. En este caso la contraposición se establece entre la isla de Formentera, que estaba empezando a prepararse para convertirse en un paraíso turístico (ya aquí anticipa el director discursos sobre la especulación en la costa española) con los movimientos de la población negra americana que luchaba por sus derechos. Y esto lo hace a través de un campamento de jóvenes, dando constancia y dejando patentes la importancia de la concienciación y la educación para combatir los problemas en el ámbito social. A estos dos ejes fundamentales une en pro de su discurso el trabajo mecánico del obrero en su holanda natal, es decir, cómo puede afectar la mecanización a la clase obrera y unos grandes almacenes donde podemos encontrar de todo (como paradigma del consumismo) que son los que terminan dando nombre a la película. Como vemos, La fortaleza blanca es una obra densa pero comprometida, que no hace otra cosa que reflejar las inquietudes (por desgracia para todos demasiadas) por las que la sociedad luchaba.

Un procedimiento similar a las dos películas anteriores es el empleado en De nieuwe ijstijd (The New Ice Age, Johan van der keuken, 1974), tercera parte de la trilogía. En este caso los contrapuntos los establece entre una familia holandesa de clase popular, y con ciertas características extraordinarias cuyos hijos trabajan en una fábrica de helados con las luchas políticas y sociales del Perú de los años setenta. De nuevo nos encontramos con los mismos discursos que hemos venido señalando. Crítica a la globalización, al sistema capitalista, etc.

Siguiendo una temática política, aunque ya siendo películas concebidas de otro modo, estaría bien citar algunos títulos importantes en la obra del cineasta holandés. El primero de ellos es De Palestijnen (The Palestinians, Johan van der keuken, 1975), donde van der Keuken aborda el conflicto palestino-israelí desde la perspectiva de los exiliados en la frontera del Líbano. También podríamos incluir en esta lista una película densa y desconcertante como De platte jungle (La jungla llana, Johan van der keuken, 1978), en la que hace un retrato de la zona y los habitantes del mar de Frisia. Por último, y ya para terminar con esta época más de lucha política encontramos un título imprescindible dentro de la obra del cineasta: De weg naar het zuiden (Hacia el sur, Johan van der keuken, 1980). En esta película, el cineasta emprende un viaje hacia el sur, hacia la pobreza (desde Amsterdam a Egipto), y en el camino se va encontrando una serie de personajes que luchan a su manera para sobrevivir dentro de las sociedades que les rodean.

vakantie van der keukenLas vacaciones del cineasta como paradigma

Siendo sincero y nada objetivo, Las vacaciones del cineasta (Johan van der Keuken, 1974) es para mí una película excepcional e imprescindible, de esas que realmente dejan huella en la historia del cine. De nuevo nos encontramos con una especie de diario filmado, como ya ocurriera en Diary, y de nuevo el cineasta holandés usa el mecanismo autobiográfico como mero transporte para presentarnos sus muy variopintas reflexiones.

Tras el prólogo inicial (con el que abríamos el artículo) en el que queda patente el origen de su pasión, descubrimos cómo Johan van der Keuken ha viajado junto a su familia a la región del Aude, en el sur de Francia, para pasar sus vacaciones. A partir de ahí la película adquiere un tono jovial, ameno, familiar. Aparentemente estamos ante lo que podrían ser unas vacaciones convencionales de cualquier familia en cualquier lugar. Pero como ya hemos venido diciendo, eso en el cine de van der Keuken no es posible y empiezan a formar parte de la película numerosas reflexiones y salidas de la línea, que nos llevan a lugares e ideas totalmente opuestos de los de esas vacaciones, siguiendo sin lugar a dudas esas estructuras de jazz de las que ya hemos hablado con anterioridad.

Sin lógica aparente van apareciendo desde conversaciones amenas con los pocos habitantes del pueblecito vacacional, a reflexiones acerca de los conceptos del cine y de la fotografía. Pero sin duda, el punto clave de la película es la autoreferencia, es decir, van der Keuken se cita a sí mismo (en trabajos anteriores) en su película, abriendo así una nueva dimensión del discurso y dejando patente su implicación directa en todos los sentidos con su cine. El cine (las imágenes en el caso de las fotografías) son el todo en la vida de Johan van der Keuken.

Algo que pasa casi desapercibido, aunque está inconscientemente presente en la película, es su dimensión política. Con cuentagotas, pero a la mínima posibilidad, lo político sale a la luz. No hemos de olvidar que el cineasta está inmerso en una época de compromiso y militancia política, y que supuso una decisión muy dura y difícil hacer una película cuyo tema central son unas “vacaciones burguesas”.

A pesar de ser una película prácticamente inclasificable, lo que sí que es seguro es que estamos ante una cinta que no deja indiferente a nadie en ningún sentido. Se trata de una perla de la cinematografía, una película totalmente recomendable para cualquier espectador (le guste el cine que le guste) y la mejor forma, a mi parecer, de empezar a descubrir a este maestro del cine documental.

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