UN DÍA EN EL RODAJE DE ‘A ESTACIÓN VIOLENTA’
El cine es lento, muy lento. Sobre todo cuando quiere hacerse de manera audaz y a la antigua usanza, en un formato que se resiste a morir, el celuloide. Los costes de producción obligan a gastar la cantidad justa de película. En la filmación de un plano deviene casi tan importante la planificación como lo que finalmente se captura en el negativo. Sobre todo si este plano se trata de un largo travelling de dos minutos que tiene lugar desde el inicio de la calle San Bieto, el callejón que cruza entre la iglesia homónima y el mítico restaurante Casa Manolo, frente a la histórica plaza de Cervantes, en el casco antiguo de Santiago de Compostela y que, bajando por esta angosta vía y girando a la izquierda por la de las Ánimas, llega hasta la capilla del mismo nombre.
Google Maps dice que se tarda la mitad en caminar esta distancia, pero es que Alberto Rolán, Nerea Barros y Xosé Barato no parecen tener prisa en recorrerla. A unos metros de distancia, la conversación íntima de sus personajes es casi inaudible. Las pocas palabras que se cazan no permiten hacerse una idea de lo que está pasando allí. Xavier Souto esucha atento a través de sus cascos lo que el pertiguista Iván Ogando recoge con un micro, a medio metro de distancia aproximadamente por encima de la cabeza de los tres actores. Le hace un gesto a la directora Anxos Fazáns de aprobación. El sonido entra bien, parece. Lo que no debe figurar en plano es ese micro que sostiene Ogando. Alberte Branco, ajustando su cámara en un arnés que le permitirá efectuar el travelling de manera más fluida y soportar el peso del aparato, le indica a Ogando hasta dónde puede colocar su pértiga sin temor a estropear el cuadro.
Son las 16:54 del 15 de mayo de 2017. El equipo de A estación violenta, ópera prima de Anxos Fazáns, se prepara para filmar el primero de los dos planos que recogerán esa tarde. Es el inicio de la segunda semana de filmación de un total de cuatro, que los levará a recorrer distintos lugares de las Rías Baixas tras trabajar en las calles de Compostela y en el apartamento en que el protagonista vive en la capital gallega. Las caras de todo el equipo son de concentración. Están entrando en faena. ¿Pero qué estamos a punto de presenciar? “Es uno de los momentos más importantes de la película, se trata del reencuentro de Manuel con David y con Claudia; que se ven casualmente en el inicio del verano en Santiago, en una de las calles estrechas por las que le gusta pasear al protagonista, escapando de las más concurridas”, explica Fazáns. Manuel es el personaje principal de la historia, adaptada de la primera novela de uno de los periodistas/escritores del momento, Manuel Jabois. Matriuska adquirió los derechos para adaptarla hace ya varios años, quizás por la identificación generacional y el reconocimiento en los lugares que el productor Daniel Froiz y el cineasta Ángel Santos, aquí guionistas, sentían hacia la obra original. No por nada los escenarios, Compostela y las Rías Baixas, son idénticos a los de las películas de Santos Dos fragmentos/Eva (2012) y Las altas presiones (2014). Se aprecia una exploración similar a los sentimientos de desasosiego y errática búsqueda de unos personajes perdidos entre la nostalgia de un pasado que no saben dejar atrás y las incertidumbres de un futuro que no ven claro. En palabras de Jabois, “viven su vidas como si no pasase nada y todo hubiese pasado”.
La arquitectura de un plano
16:54. Fazáns apunta a las paredes de las calles por las que van a pasar. La luz natural va a provocar que, a lo largo de la tarde, los reflejos en la piedra muden. Por suerte, se trata de un único plano y no deben preocuparse por la continuidad. Pero que estos rayos impacten o no en los actores, o que se filtre en una mayor superficie en los muros, a través de los techos de la zona, resulta un reto para el director de fotografía. Branco debe acabar el plano, además, frente a la iglesia de las Ánimas. Ahí la calle es diáfana, y hace un sol de justicia, que nada tiene que ver con las sombras de los callejones por los que los actores pasean. “Esto no es nada, ya rodamos una escena en las Crechas, también plano único e inmóvil en este caso, frente a la ventana que da a la calle, y la diferencia de luz era enorme”, cuenta Fazáns. A esta chica le van los retos. Uno podría incluso llegar a pensar que es temeraria: “Si no no resulta interesante”. Después confesará que el plano que están preparando posiblemente sea el que mayor planificación requiera de todo el rodaje, pero a las 17:55 no puede permitirse un comentario similar. Un equipo motivado y preparado es capaz de todo.
La cuestión actoral tampoco es algo a descuidar. Los tres intérpretes están en fila tocando la pared de la capilla de San Bieto. Nerea Barros va delante. Por alguna razón, acaricia la piedra de manera juguetona y enigmática, tiene una actitud de cierto descaro hacia los dos hombres. Luciendo un estival vestido color crema, la ganadora de un Goya por La isla mínima (Alberto Rodríguez, 2014) parece aquí en un registro absolutamente diferente, más jovial y ligero. Sus pasos guían la escena, los hombres parecen estar a sus designios. Da unos toques en la pared, con la palma abierta, pasa los dedos por ella, en un gesto que recuerda, versión cándida, a la icónica escena de Tres colores: Azul (Krzysztof Kieslowski, 1993) con Juliette Binoche. Para Fazáns es muy importante cómo Barros se mueva, dónde coloque la mano en la pared y las sutilezas de estos gestos. Lo revisan en un par de ocasiones antes de arrancar. Comienza el primer ensayo.
17:02. El primer ensayo ha servido para delimitar bien el recorrido. La ayudante de dirección, Alicia Díaz, manda colocar unas marcas en el suelo con tiza para que los actores sepan en qué punto exacto deben virar entre calles y en qué posiciones de la misma deben estar para entrar en plano como se les pide. Branco supervisa este trabajo mirando por el visor como si efectuara el recorrido. Un segundo ensayo sirve para pulir estos movimientos de cámara.
17:06. Parece que la planificación va por tramos. Los cambios de luz a partir del bar El Pozo, en medio de la calle de las Ánimas, antes de desembocar ante la capilla, requieren ser examinados consecuentemente. Díaz revisa con el equipo técnico las distancias para que la foquista Deirdre Canle las tenga claras. Tiran de metro. Toman de referencia la pared, y alguna de ellas se coloca en la posición de los actores para medir estas cuestiones, importantes para que el plano esté siempre en el foco que se requiere y nada salga borroso.
Apoyados en una ventana, Fazáns y Branco revisan lo que ha recogido el visor digital en el ensayo, un aparato muy útil que le permite a la directora ver en tiempo real lo que se está filmando, a unos pasos de distancia por detrás de la cámara. Lo discuten con los actores, que además de saber dónde deben colocarse y cómo moverse, desean conocer cómo dan en plano y que se está recogiendo de su interpretación para poder ajustarla a lo que se requiera.
17:17. Cuarto ensayo. “Retomamos esta parte, llego tardísimo”, indica Branco a su equipo técnico. Se refiere a ese segundo tramo de la calle. No es capaz de seguir los pasos de los actores con la velocidad que se requiere. Necesitan encontrar una solución para esto. Repiten el mismo recorrido, es vez Fazáns no se fija en la pantalla, decide tomar los cascos que le pasa Souto y, absorta en las palabras, mirando para el suelo mientras camina, parece importarle en este caso solo la voz. Los ensayos le sirven para preparar los pequeños aspectos que componen el travelling, decidiendo concentrarse en uno diferente cada vez.
17:22. Se repite el ensayo desde esa posición intermedia. Los movimientos de los actores centran las correcciones aquí. Xosé Barato está preocupado por cómo debe girarse en un momento dado sobre los otros actores. Insiste mucho en esto. Estos elementos son tan relevantes que Fazáns y Branco deciden moverse un par de veces con los actores por ese trecho de la calle, sin la cámara, simplemente para revisar diálogos y la manera de caminar. Dos minutos después, los gestos de Barato ya parecen más gráciles y naturales. Parece que el actor no ha hecho nada, pero en su lenguaje corporal hay un cambio perceptible.
17:35. “¡Cargamos cámara! Y decidle a los del restaurante que cierren las ventanas, por favor”. El ruido de la cocina de Casa Manolo puede ser un problema para la gente de sonido, y Díaz se pone seria. Se acabaron los ensayos: “Todo el mundo concentrado, ¿vale?” La forma de Barros de prepararse es cantar El huerfanito de Antonio Machín, posiblemente como herramienta de relajación que parece estar funcionando. Rolán y Barato le siguen la corriente mientras la responsable de maquillaje y peluquería, Sonia García, les da los últimos retoques. No es una selección musical gratuita, parece ser que el tema protagoniza una escena importante en el filme, un guiño que comprenderemos cuando la cinta esté acabada.
Las meritorias cortan el tráfico. Concentración absoluta. 13, 2ª, 1ª. La claqueta resuena.
Al remate de la toma, Fazáns la revisa en su visor. Por momentos sonríe y parece satisfecha, pero en otros tuerce el gesto. Hay cuestiones a corregir.
17:52. 13, 2ª, 2ª. La toma está destinada a fracasar. A los pocos segundos de comenzar, Souto hace un gesto con las manos coma si se tratase de un ave volando. Sopla un viento fuerte, claramente no se está recogiendo como es debido.
La jefa de producción, Silvia Fuentes, intenta explicarles a unas viejecitas que no pueden pasar por la calle, que deben esperar un minuto. Ajenas a las vicisitudes de una producción cinematográfica, su respuesta es: “Ah, no sabemos nada de eso”. Ni un bulldozer habría contenido a esas señoras en su respetable paseo vespertino. Por suerte, el equipo ya está al final de la calle, y en realidad ya no molestan para cuando llegan al cruce. Calladas van.
18:07. 13, 2ª, 3ª. El viento y unos chicos de secundaria que han decidido ser protagonistas y gesticular para lo que debían creer que era la tele han dado al traste con la toma anterior. Debe repetirse. Díaz insiste: “Vamos a aplicarnos, chicas, ¡que no pase ni Dios!” De repente, un vagón de mensajería irrumpe en la puerta de la iglesia de San Bieito. Estrictamente no está en la calle en que se ha pedido el permiso al ayuntamiento para rodar, pero entra en plano y lo estropea. Los horarios de los mensajeros no entienden de los ritmos pausados del cine. Se va tan rápido coma ha venido, no es un gran incordio. Pueden proseguir. Esta vez no hay niños ninseñoras motorizadas, pero un hombre sale de su casa, en un portal de la calle de las Ánimas. Respetuoso, se apartase rápidamente, pero ya es tarde para que la cámara no lo capte. ¿Quién puede prever esto? Con todo, cortar el tráfico es una cosa, y no dejar salir a la gente de sus casas es otra.
18:22. 13, 2ª, 4ª. Fazáns camina detrás de su equipo mordiéndose una uña. Parece que no le han gustado las interrupciones. De repente, a lo lejos, desde la plaza de Cervantes: “¡Que no, escucha, el 112 en lucha!” La crónica se vuelve política por fuerza. Los trabajadores del 112 están protagonizando una serie de manifestaciones en contra de la deslocalización del servicio. El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, asiste a un acto en el Centro Abanca de la plaza, y allí se han acercado para trasladarle una vez más su mensaje. Fazáns se lo toma con filosofía: “Contábamos con todo, pero non con Feijoo”. Se pregunta cómo es posible que, habiendo pedido los permisos de filmación, no se les avisara. Las consignas no duran mucho, solo un momento en que se aprovecha para revisar el vestuario de los actores y su maquillaje, y Fazáns para ver cómo van de película. Cada metro cuenta en una producción así: “Llevamos varios días rodando en la cale, pero tomas más cortas; sabíamos que ésta iba a ser difícil porque es en movimiento, son dos minutos y requiere de cuatro cortes de tráfico”, indica. Barros no puede evitar animar un poco el asunto: “Vaya plano más punky el de hace dos días, con luz natural frente a la ventana y siete minutazos”. Parece que se han marcado un Hunger1, y están muy orgullosos. Queda clara una cosa, la aproximación de esta directora no es la habitual.
18:37. Se repite el rito. La 13, 2ª, 5ª es buena.
Entre generaciones está el asunto
Es el momento de moverse a la nueva localización, la librería Novaniké, para rodar el siguiente plano. Éste es uno muy sencillo en el que el personaje de Alberto Rolán está visitando el establecimiento, y la cámara observa cómo sale y se dirige hacia la plaza de Cervantes. En el montaje irá justo antes que el que se acaba de filmar, siendo justo anterior al momento del encuentro.
En el desplazamiento Fazáns puede extenderse un poco más sobre el estilo del filme: “Aquí en Santiago la cámara está casi siempre al hombro y un poco errática, para transmitir la incomodidad de Manuel. En el sur está más a gusto y relajado, y ésta pasa a estabilizarse”. En lo narrativo ha aplicado cambios con respecto al libro: “Jabois escribió la novela con 20 años, y aquí hemos hecho que el personaje de Alberto sea coma un alter ego del escritor, que vuelve sobre la obra años después y muestra su proceso de escritura”. Esto parece intuir un importante cambio en el punto de vista con respecto a las páginas originales.
Al acabar la jornada de rodaje, la directora reflexiona sobre estas elecciones: “Lo que me llamó la atención en la novela y en la primera versión de guión es cómo estos personajes se comportan de forma extrema, viviendo el presente y sin pensar en el futuro, cómo se expresan desde lo que no se cuenta ni se ve; las relaciones entre ellos se basan en la intuición, nunca nada se hace explícito”. Viven el presente, ¿pero anclados al pasado? “Efectivamente, la historia arranca con estos personajes en un momento de decadencia, con una fuerte nostalgia hacia ese tiempo entre los 18 y los 24 años, en que vivieron con esta intensidad”. Y aquí llegamos al quid: “Cuando Jabois escribe la novela lo hace desde mi edad, sobre la generación de los 30 y tantos, que mira hacia nosotros”. Y prosigue Fazáns: “Yo hago un poco lo mismo, analizar esa generación que me precede, que ya no es la mesma que analizó Jabois, y estoy analizando la generación de Jabois desde la edad que tengo agora”. Y de aquí la cuestión que citábamos del punto de vista. La directora cree que, para poder transmitir algo verdadero, debía reconsiderar este juego intergeneracional y hacer suya A estación violenta. Desde el primer borrador de Froiz y Santos hasta la versión final, el libreto ha sufrido diversas modificaciones efectuadas por la propia realizadora y por Xacobe Casas, hasta encontrar el tono que buscaban.
La franqueza de Anxos Fazáns es digna de mención. Cita a esa generación como un referente al que, tras la etapa de la idealización, una puede acercarse de un modo realista y próximo y darse cuenta de que se trata de personas de carne y hueso, con sus dudas y problemas. Fazáns ya tuvo la suerte de participar como meritoria en Las altas presiones, de Ángel Santos, y repite ahora con el mismo director de fotografía, Alberte Branco. Los dos son figuras muy importantes del Novo Cinema Galego. Detrás de la admiración de Fazáns se esconde una traición necesaria. Toda discípula que se precie acaba por matar al padre. Discutimos sobre cómo el Novo Cinema Galego toma sus referentes sobre todo del cine moderno, ante una ficción monolítica en Galicia, que vive cómoda en los parámetros del cine industrial más al uso. Santos fue de los pocos en hacer ficción en este movimiento, donde abunda más el documental. Para Fazáns, las chicas de su generación sí la están practicando, y transitan entre otros formatos. Ella y Lucía Estévez, por ejemplo, practican la ficción en cine, pero también han probado en la webserie, y las experimentaciones que van directas a Vimeo parecen aplicarse sin límites. A veces, las cosas que no se dicen nin se ven, como bien sabe esta directora, son más significativas que las que se enuncian con claridad. Este cronista aún no tiene herramientas suficientes para dar argumentos sólidos, pero su intuición le dice que Anxos Fazáns es la muerte del Novo Cinema Galego y la cuna de otra realidad distinta, que muchos esperamos que sea tan fructífera como la de la generación de Santos y Jabois. Cuando se le pregunta sobre esto, dibuja una sonrisa cómplice. Creo que estamos de acuerdo.
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1Ópera prima de Steve McQueen en 2008, famosa por la escena entre Michael Fassbender y Liam Cunningham, una conversación en plano fijo que dura 16 minutos.