WILL FERRELL Y EL MAINSTREAM ENTRÓPICO
La comedia mainstream del Siglo XXI es un terreno árido y repetitivo. Sólo algunas figuras como las de Ben Stiller, Seth Rogen, Sacha Baron Cohen y Judd Apatow hacen avanzar al género,reflexionan sobre él mismo o proponen una nueva mirada. Nos encontramos en una coyuntura donde la experimentación radical en el género parece recaer únicamente sobre el medio televisivo y en autores como Louis CK, Ricky Gervais, Larry David, Donald Glover, Dan Harmon o Sacha Baron Cohen (otra vez). Estos showrunners formulan su discurso desde su nicho de mercado, principalmente en plataformas de streaming o cadenas por cable (con alguna excepción aislada como la NBC que ha dado cabida a productos tan rompedores como Seinfeld (1989-1998) y Community (2009-2015))
El cómico Will Ferrell (California, 1967) supone una rara avis en este contexto. Ferrell , amante de la comedia desde niño y admirador de un cómico tan inclasificable y outsider como Andy Kaufman, se licencia en periodismo deportivo para no llegar a ejercer y lanzarse por fin al mundo de la comedia en 1994 mudándose a los Ángeles . Entra casi de inmediato en el grupo de improvisación The Groundlings para recalar un año después en toda una institución del humor televisivo como Saturday Night Live (NBC, 1975- ).
Tal vez podamos ejemplificar la irrupción de Ferrell en el mainstream a través de su sketch más conocido “More Cowbell” . En él, Ferrell es el en cargado de tocar el cencerro en la grabación del famoso hit de Blue Oÿster Cult “Don`t fear the reaper”de 1976. El productor musical, interpretado por el invitado de aquel día del año 2000 Christopher Walken, pide “más cencerro”, necesita más a la alegre figura de Ferrell. La energía, la disonancia del cencerro con el entorno y la entrega del cómico en este sketch nos retrata a la perfección alguien que se integra en el conjunto pero que quiere destacar por otros caminos. Algo que había hecho su adorado Kaufman en su célebre performance de Mighty Mouse en ese mismo show muchos años atrás.El silencio y la comedia física unen a a ambos intérpretes aquí.
En sus últimos años en el show Ferrell gana más popularidad encarnando a una versión bufa, naïf y tremendamente estúpida de George W. Bush y comienza a tener sus primeros éxitos como actor de reparto enpelículas como Austin Powers: The Spy Who Shagged Me (1999, Jay Roach) o Zoolander (2001, Ben Stiller). Abandona SNL en el año 2002 para centrarse en su carrera cinematográfica como protagonista que comienza con enormes éxitos de taquilla como ELF (2003, Jon Favreau)o las que escribe junto a Adam Mckay. Ferrell conoce al Mckay cuando este es jefe de guionistas en SNL y se crea una alianza y un tándem creativo que cristalizara poco después en un productora (Gary Sanchez Productions), en las películas más exitosas de Ferrell (que escriben juntos y dirige Mckay) como Anchorman: The Legend of Ron Burgundy(2004) o Step Brothers (2008) y la creación del portal de comedia Funnyordie, donde ambos dan rienda suelta a lo que (todavía) no pueden llevar a cabo en televisión o cine.
Enfrentarse ala figura de Will Ferrell sin caer en lo tópico, sin usar las palabras histriónico, sobreactuado, humor absurdo se antoja labor casi imposible. Los que han trabajado con él destacan, como se puede leer en su biografía Will Ferell: Stay Classy (Ryan Hutton), su vulnerabilidad, su capacidad de improvisación y su capacidad para el humor físico. Los aficionados al humor de Ferrell exigen su lado más desatado y gamberro. Pero el actor se ha labrado una carrera llena de riesgos, enfrentándose en todo momento a lo que se espera de un actor salido de la canteraSaturday Night Live. Analizando su carrera vamos a encontrar éxitos masivos como los citados combinados con dramas, cine experimental e híbridos estéticos siempre desde un entorno mainstream.
Se extrae de este análisis el crecimiento de uncómico con inquietudes inusuales para los estándares contemporáneos, un artistaque nunca ha querido seguir el camino fácil y que alterna proyectos exitosos con vanguardia.Ferrell, junto a su inseparable Adam Mckay explora otros caminos en la comedia que tienen que ver con la entropía, con la desestabilización del espectador y la rotura del horizonte de expectativas ante textos a priori previsibles y formulaicos, (televisivos y cinematográficos)
Sirva esta esta pequeña aproximación al lado más vanguardista de esteactor para descubrir a una figura tremendamente inquieta que bascula entre el cómico “que hace cualquier cosa para hacer reír”, y alguien que quiere dar un paso adelante en el género. Y que lo hace desde el lugar que peores consecuencias suele traer: desde el mainstream. He reunido tres ejemplos variados, para mí los más significativos de su obra que he decidido bautizar como la “trilogía entrópica”.
Casa de mi padre (2012, Matt Piedmont), pastiche entrópico
La particularidad principal de Casa de mi Padreradica en que es una película totalmente hablada en español, excepto por un minúsculo papel que interpreta Nick Offerman. Todos los actores excepto Ferrell y Offerman son latinos y hablan en su idioma. Después de embarcarse en un proyecto tan especial como Casa de mi Padre el cómico californiano declaró: “Siempre tuve la idea de hacer una comedia en español. No hablo español, pero siempre he pensado en la posibilidad de que alguien conocido en películas americanas trabaje en una película en un idioma extranjero. Sería algo que no se no ve todos los días”. Su exitoso tándem con Adam Mckay, que hasta ese momento solo experimentaba en el entorno del portal de comedia Funnyordie, entra de lleno en el territorio de lo puramente vanguardista disfrazado de mainstream con esta película. Casa de mi Padre es una obra cuya vocación a priori era hacer reír en, pero el objetivo de la película es mucho más ambicioso. Andrew Steele, guionista de confianza salido de Saturday Night Live, crea una historia ambientada en México con una hacienda como escenario y una familia autóctona como protagonista. La historia de dos hermanos y un triángulo amoroso como protagonista en un ambiente épico y con el narcotráfico son los ingredientes de una parodia del cine de bajo presupuesto latinoamericano que bascula entre lo grandilocuente y lo Z. Ferrell encarna al hijo apocado y humilde del patrón que se enamora de la novia de su exitoso hermano, que nadie sabe que se dedica al tráfico de drogas.
Ver al cómico recitar en español, habiéndose aprendido sus líneas fonéticamente,funciona como undispositivo humorísticoque desaparece a los pocos minutos de visionado para convertirse en pura entropía audiovisual, en una incomodidad que no abandona al espectador hasta el fin de la película. El contraste con el resto del reparto que actúa de manera totalmente dramática en un buen español es durísimo. Si bien la mayoría de la crítica tachó a Casa de mi Padre de ser un sketch de Saturday Night Live alargado que parodia a las telenovelas, es precisamente su duración y su puesta en escena, combinado con la imposible actuación de Ferrell lo que convierte a Casa de mi Padre en una experiencia casi lisérgica.
Experimentar el visionado de este fascinante pastiche nos sumerge en la voluntad entrópica de Ferrell y Mckay de quebrar las expectativas del seguidor de la comedia desmadrada y orgánica de un Ferrell que viene de un éxito masivo con buddy movie The Other Guys (2010, Adam Mckay).
El realizador Matt Piedmont hace un verdadero ejercicio de estilo que combina lo más chabacano y zafio de la realización del cine de bajo presupuesto conla épica del western technicolor con resonancias a The Big Country (1958, William Wyler) o Duel in the Sun (1946, King Vidor) . La película combina con gran talento en una narración caótica, fragmentada con partes que van desde los números musicales aleatorios durante la narración, hasta instantes oníricos lynchianosque van de lo sublime a lo ridículo o tiroteos manieristas que podría haber rodado Sam Peckinpah sin solución de continuidad. Durante el caótico relato vemos planos de maquetas absolutamente exagerados e intencionados con coches de juguete o retroproyecciones que se repiten continuamente,a planos y escenas bellísimas con un espíritu épico que no tiene nada que envidiar a grandes clásicos del western.
Casa de mi Padre se revela así como el primer gran texto entrópico de Ferrell, una experiencia perturbadora disfrazada de sketch gigantesco posmoderno al servicio de una estrella cinematográfica con una evidente pulsión por la experimentación con el género y con el actor cómico.
A Deadly Adoption (2015, Rachel Le Goldenberg). Género invertido y horizonte destruido
En su siguiente movimiento hacia la entropía dentro del entorno industrial, Mckay y Ferrell cambian de género para entrar en el mundo Lifetime para dinamitarlo desde dentro. Lifetime es una cadena de televisión norteamericana de cable básico cuyo target principal es el público femenino de clase baja. Produce su propio contenido de ficción y su producto más exitoso es la tv movie formulaica con pasiones desatadas e historias truculentas dentro del núcleo familiar. Podríamos afirmar que es el equivalente a los telefilms de los fines de semana que emite Antena 3 (que incluso en ocasiones se emiten estos mismos productos Lifetime)
En un proyecto (supuestamente) secreto Mckay y Ferrell deciden producir un telefilm Lifetime. La idea le surge a Ferrell tras ver a su amigo James Franco interpretar a un personaje en la eterna soap opera General Hospital (ABC, 1963-) durante un arco 54 episodios en los años 2011 y 2012. En un acto poco habitual, Franco, un actor consagrado de Hollywood se interesó en participar en lo que a priori es un subproducto televisivo. Ferrell se interesa en llevar a cabo una empresa parecida pero con el control creativo total del proyecto.
El guionista de A Deadly Adoption en esta ocasión vuelve a ser Andrew Steele que hace un libreto de manual de “película de Lifetime”. Cuenta la historia de un escritor (Ferrell) y su mujer (Kristen Wiig) que pierden al bebé que esperan en un accidente que ocurre en la casa que tienen en el lago. Tras el trauma deciden adoptar un bebé subrogado. La principal candidata para ser la madre biológica es una misteriosa joven que, en avanzado estado de gestación, se va a vivir con el matrimonio y su hija. La joven, por supuesto, resulta ser una psicópata que tuvo en el pasado una aventura con el personaje de Ferrell e intenta chantajearlos y asesinaren última instancia al personaje de Kristen Wiig. Una propuesta mil veces vista y que casi mimetiza cualquier telefilm de sobremesa del montón.
¿Esta siendo mejor este producto porque está protagonizado por dos estrellas como Will Ferrell y Kristen Wiig? ¿Cambia algo de este tipo de telefilms melodramático formulaicos, baratos y planos que parecen manufacturados? La respuesta es NO ¿Esto es una broma, es una comedia encubierta? Rotundamente NO. Ferrell lo vuelve a hacer, da un paso más allá y consigue producir la película Lifetime definitiva para hacer una reflexión sobre este subgénero y sobre los propios actores, ya sean dramáticos o cómicos y sobre el clasismo del gremio.
Como vemos, Ferrell sigue combinando proyectos. Viene de hacer otro blockbuster como Anchorman 2: The Legend Continues (2013, Adam McKay), para meterse de lleno en pura vanguardia conceptual. El ejercicio es pura mímesis pero con dos actores de renombre al frente del reparto. Una experiencia ciertamente incómoda sin atisbo de ironía en la que el espectador es sometido a un experimento Ludovico como si fuera un conejillo de indias. La ironía la va a tener que poner el espectador entendido al ver cómo un relato tan previsible que parece creado por una máquina expendedora de tópicos, unos tópicos cuya puesta en escena absolutamente vulgar y funcional refuerza. Este es el modelo que sigue a pies juntillas A Deadly Adoption para construir una entropía genérica y actoral, un puñetazo sobre la mesa de Ferrell y Mckay del que salen triunfantes. Un mal guion y una realización plana lo van a seguir siendo por muy buenos actores que lo interpreten (y sin importar de qué género procedan).
Ferrell takes the field (2015, Brian McGee), la despersonalización
Este especial de HBO es una suerte de culminación de esta trilogía entrópica de Ferrell. La pieza de 47 minutos narra el reto benéfico al que se enfrenta el cómico para recaudar fondos para deportistas con cáncer que no pueden pagar sus estudios universitarios. En esta ocasión salimos de la ficción asistir a un proceso de la despersonalización del cómico en un entorno real. Si antes hemos asistido al cómico que cambia su registro y su medio habitual creando un producto tan desasosegante como A deadly adoption aquí Ferrell cambia su oficio. Pasa de ser actor a ser un jugador de béisbol. El reto que se le plantea es jugar durante el mismo día en 5 partidos de primera división en 10 equipos y en 10 posiciones diferentes en el campo de juego.
Grabado como un documental directo, el especial, que no sé si se puede calificar de comedia aunque es su vocación, pone a Ferrell en multiplicidad de entornos y situaciones en menos de 24 horas. Aquí el actor es él mismo forzando su innata comicidad y su enorme capacidad de improvisación, y además es otras diez personas diferentes en un lapso de 49 minutos. Es un tour de force actoral que lleva a Ferrell y por ende al espectador hacia un estado entrópico total y absoluto.
El cómico se siente desplazado continuamente en los breves momentos que juega con cada equipo, si bien sus “totales” (sus declaraciones a cámara) funcionan como un contrapunto ligero y optimista. Aquí asistimos a un acto catártico de sus dos facetas : la desatada que provoca su capacidad de improvisación y la experimental que le permite transmutarse en 10 roles se fusionan para dar como fruto un producto amable pero vez altamente inquietante.
Pieza amable, blanca, familiar, Ferrell takes the field es una un feel good piece que pone su foco en la figura del cómico que sale de sí mi mismo para darse cuenta de que no encaja en otro lugar. Los talentos de Ferrell luchan por permanecer en cada jugada pero acaba siempre siendo desplazado a otro equipo. El tono feel good no es más que un macguffin para poner el foco en la despersonalización del cómico que quiere ir más allá de sí mismo y lo que se espera de él. La inquietud del artista y el querer escapar de sí mismo impregnan toda la narración. Una vez más la voluntad del actor y su compromiso total y único hacia la comedia y a sus mecanismos menos explorados permiten a Will Ferrell seguir hibridando géneros y poniendo hasta su propio cuerpo e identidad al servicio de un producto único.
BONUS:
Fuera de esta trilogía entrópica Ferrell ha abordado proyectos que de una manera u otra desafían también al establishment cómico. Estos son algunos aspectos y obras a tener en cuenta en su carrera:
- Es importante destacar cómo la entregada manera de Ferrell de abordar la figura de Ron Burgundy lejos de la saga Anchorman desde el mundo del podcasting, donde graba “in character” (vestido y maquillado como su personaje) The Ron Burgundy Podcast. El pasado 8 de agosto apareció el mismo día en los seis principales late nights de la tv norteamericana como su personaje con actuaciones totalmente diferentes en cada uno de ellos para promocionar los nuevos capítulos del podcast.
- Comedias dramáticas o dramas cómicos, es decir, textos en los que la fronteras genérica son imperceptibles cuya figura autoral es clave en su construcción como Melinda and Melinda (2004, Woody Allen), Stranger Than Fiction (2006, Marc Forster) o Everything must go (2010, Dan Rush).
- Las retransmisiones en directo totalmente improvisadas que hace junto a Molly Shannon, actriz de Saturday Night Live, del Rose Parade interpretando a un periodista naïf y entusiasta para su portal Funnyordie. Son más de dos horas con dos actores en estado de gracia improvisando de una manera brillante retransmitiendo un típico desfile norteamericano de carrozas.
- Un nuevo experimento serial televisivo ultrareflexivo como es el díptico que forman las miniseries The Spoils of Babylon (2014) y The Spoils Before Dying (2015)para el canal IFC. Ferrell produce con Adam Mckay y encarna a un viejo escritor de bestsellers que introduce las adaptaciones de dos de sus obras. Dos series trufadas de estrellas de Hollywood que abren en canal de una manera paródica pero altamente reflexiva formalmente los culebrones de lujo de prime time de los 80 como como Dallas o el ambiente de los viejos fondos del mundo del Jazz y el cine de gangsters delos años 30.
- Ferrell, en su tercera película haciendo dupla con John C. Reilly, con el que consiguió blockbusters Talladega Nights. The Ballad of Ricky Bobby (2006, Adam Mckay) y Step Brothers (2008, Adam Ckay) se produce una suerte de punto de ruptura . En Holmes and Watson (2018, Etan Cohen) Ferrell amplifica los tics,el histrionismo y el humor absurdo que le llevaron al éxito a hasta que, por redundancia, este cinedeja de ser cómico para que parezca una narración que se quiere autodestruir, llevando al espectador a un profundo estado de desconcierto. Ha forzado tanto los mecanismos de su propio humor, de sus propias señas de identidad humorísticas que irremediablementeha acabado por hacer una comedia “Ferrell” con cero comicidad. Las consecuencias de arriesgar con una propuesta tan extrema se han saldado con las peores críticas y taquilla de su carrera. Gary Sanchez Productions, la productora que comparte con Adam Mckay (ahora convertido en director de prestigio nominado al Oscar en dos ocasiones) se rompe como consecuencia de este fallido, aunque interesante producto.
La voluntad de Will Ferrell por salirse del camino del éxito que tenía prediseñado para arriesgar su propia carrera en productos de vanguardia nos recuerda, salvando las distancias, a su admirado Andy Kaufman. Un cómico que lo da todo por la comedia y cuyo talento no se centra únicamente en provocar la risa, sino que siempre intenta transitar por los márgenes del género en un intento de poner en cuestiónlos dogmas industriales. La figura de Will Ferrell sigue explorando nuevas vías narrativas pensando el género y la manera en la que el cómico y el público del S.XXI se enfrenta a este.