LAS LETRAS DE JORDI, de Maider Fernández Iriarte

Empezar hablando de una película como una pequeña ventana que nos muestra trozos de un mundo más o menos grande, podría parecer una valoración manida o poco osada. Después de todo, el cine siempre ha sido una puerta a nuevas realidades. Sin embargo, es la definición que más justicia le hace a lo que nos podremos encontrar en Las letras de Jordi, la ópera prima de la directora vasca Maider Fernández Iriarte.

De la mano de la cineasta y su cámara, vamos entrando poco a poco en el mundo de Jordi, un hombre de 51 años, nacido con parálisis cerebral y que decidió ir a vivir a una residencia para no depender de los cuidados de sus padres, ya mayores.

A lo largo de la película, podremos ir descubriendo los espacios, personas e inquietudes que forman parte de la vida de Jordi y como son para él pilares imprescindibles para conseguir su desarrollo personal. Huyendo de un formato narrativo impersonal o aséptico, Maider se hace presente como directora, con un papel fundamental como co-protagonista de la cinta, acompañando y ayudando a Jordi, siempre de manera sutil y en segundo plano, sin llegar a oscurecer la historia que se quiere contar.

La relación de amistad y complicidad, que se va forjando entre el protagonista y la directora de la pieza, se ve favorecida por las formas de grabación escogidas, que, desprendidas de un despliegue técnico o artificioso, consiguen centrar la atención del espectador en la esencia de la historia narrada.

El formato de filmación sencillo y desnudo, que recuerda a las grabaciones aficionadas o de eventos familiares, propicia un clima íntimo y próximo que fomenta que el espectador se sienta un elemento más de la película, como si acompañara a la directora en sus visitas a la habitación de Jordi.

La película comienza con planos detalle de las manos del protagonista, recorriendo lentamente y con dedos vacilantes el alfabeto de tarjeta que emplea para comunicarse con las personas de su alrededor, y en concreto con la directora, con quien está compartiendo su historia. Las letras son su mundo, su nexo entre él y lo que lo rodea.

Antes de verle la cara a Jordi, el espectador es partícipe de los esfuerzos que hace, debido su parálisis cerebral, para transmitirle a la directora sus pensamientos y contestarle a sus preguntas. Sin cortes de edición, con largos planos secuencia que pueden llegar a hacerse angustiosos, el espectador puede sentir las dificultades del protagonista para convertir en palabras sus ideas.

Poco a poco los planos son cada vez más amplios mientras la relación entre Jordi y Maiden se va haciendo más fluida y de manera sutil. Como si una niebla se fuese diluyendo paulatinamente, los elementos que componen la vida del protagonista van cogiendo forma, su universo se vuelve cada vez más amplio a ojos del espectador y a los personajes se les van dibujando las caras.

Uno de los principales temas que se tratan en Las letras de Jordi, es la empatía y el anhelo del ser humano por comunicarse. La necesidad de darle una voz al protagonista, huyendo de la pena o condescendencia, ahondando en una situación en la que sería sencillo quedarse mirando desde fuera, caer en tópicos o tantear la superficie del tema.

Todo lo que Jordi quiere es ser escuchado, que la gente lo trate sin condescendencia, como a otra persona cualquiera a pesar de tener necesidades diferentes del resto. Ser quien de buscar un propósito en su vida, que en este caso es escuchar a Dios.

Por medio de los viajes a Lourdes y momentos cotidianos, se va desvelando poco a poco el lado humano y espiritual de Jordi. Para él, una de las caras más importantes de su vida es poder ser capaz de volver a hablar con Dios, sentir su voz, saber que este tiene un propósito y misión para él, para dotar de sentido a su existencia. Para el protagonista, Lourdes es sinónimo de esperanza, un poco de luz que lo pueda guiar por el recorrido de su duro camino.

Las letras de Jordi los muestran a un hombre con deseos y sentimientos, que, a pesar de sus limitaciones para comunicarse, sigue experimentando alegría, tristeza, impotencia y es capaz de transmitírselas a las personas de su alrededor. Que puede disfrutar de las actividades mundanas, ver por televisión un partido de fútbol con su familia o dar y recibir tiernos abrazos de buenas noches. Porque si algo desprende la película es la ternura y dulzura con la que Jordi trata a su allegados. Ser partícipe de la relación de complicidad que se va forjando entre Jordi y la directora de la película.

Sin duda, una película que es una verdadera declaración de intenciones de su directora. Cine de autor sin artificios, que tiene claro que su objetivo principal es contar una historia de la forma más humana posible. Una obra sobre la necesidad de comunicarse y de ser escuchado, del derecho del ser humano a ser feliz a y encontrar su lugar en el mundo, independientemente de las circunstancias.

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