WHERE TO INVADE NEXT, de Michael Moore

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“El propósito de estos viajes es recoger las flores, no las hierbas”, dice Michael Moore en un momento de la película. Y es que Where to invade next (2015) es un ejercicio de conciencia para los ciudadanos estadounidenses, un test a un sistema que ya se tiene probado como incompleto y cuyos errores son evidentes; para los que vivimos a la otra orilla del Atlántico, quizá es una visión demasiado ingenua. En esta última película, el director estadounidense acata las “órdenes” de los Jefes del Estado Mayor de los Estados Unidos y decide conquistar la vieja Europa armado con tan solo una bandera. Una conquista diferente a las que acostumbran a hacer los yanquis y en la que el único soldado desplegado es el director y su equipo técnico.

El viaje comienza en Italia y se va extendiendo por Francia, Finlandia, Portugal, etc. Durante el viaje, Michael Moore entrevista a ciudadanos sobre cuestiones como las condiciones laborales, los permisos de maternidad, vacaciones pagadas, la educación… cualquier cosa que se pueda pensar. El propósito no es otro que señalar las pésimas condiciones que tiene el siempre autoproclamado “mejor país del mundo”. Donde los italianos tiene más de 30 días de vacaciones pagados, los estadounidenses tienen cero. Donde los niños franceses tienen una dieta equilibrada y sana en los comedores de los colegios, los yanquis tienen cadenas dietas que podrían ser categorizadas de fast food. Y así, la comparación se va alargando a lo largo del continente europeo solo interrumpida por los comentarios de humor ácido a cargo de Michael Moore.

Pero, donde queda el Moore de Bowling for Columbine (2002), un director capaz de analizar un sistema y sacar a la luz todos sus errores. No se encuentra por ningún sitio a ese director tan comprometido con enseñar la verdad cuando decide “escoger las flores y no las hierbas” de un sistema que, como podemos comprobar por la parte que nos toca, no es tan infalible o idílico como aquí se pinta. De cada comentario sobre las condiciones laborales de las empresas, uno recuerda su experiencia en un mundo cada día más precario; por cada promesa de trabajo en Alemania, uno recuerda los minijobs; etc.

Quizá es por eso, por tener experimentado los fallos del sistema en mi propia vida, que juzgo y critico duramente Where to invade next. No porque engañe al espectador en el trancurso de la misma, la posición de Michael Moore es clara: ir recogiendo aspectos de la vida en otros países que luego “robar” para usar en Estados Unidos. La juzgo duramente por olvidar, premeditadamente, toda una historia de corrupción, pérdida de derechos sociales y rescates financieros que están amparados por el paraguas de la “idílica” Europa que Moore pretende conquistar.

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La superficialidad de algunos temas y los parecidos con la experiencia vivida hacen que exista cierta sensación de incredulidad a lo largo de la película. Me atrevo a aventurar que esta sensación es compartida por los espectadores. Y esto dificulta creer todo lo que sale en la pantalla: creer que las grandes empresas buscan el beneficio mutuo entre obrero y patrón, creer que las artes son cada vez más importantes en la educación…; cuando, día tras día, vemos que el modelo de vida estresada y enfocada solo hacia el trabajo (el American Way of Life) es lo que se va imponiendo en una Europa que se diluye y que cada vez cuenta con menos ciudadanos que se identifiquen con ella.

Pero, aún que sea casi imposible o utópico, debemos intentarlo. Debemos apoyarnos en los aspectos positivos de otros sistemas y tratar de implantarlos y adaptarlos a nuestra forma de vida. Porque, a pesar de que no comparta ese pensamiento excesivamente positivo del Michael Moore del final de la película, si que creo que la utopía, aún que inaplicable, sirve para movernos. Y, mientras un pueblo sigue moviéndose, es posible el cambio.

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