O corpo aberto, de Ángeles Huerta

O corpo aberto (Ángeles Huerta, 2022)

O corpo aberto es el segundo largometraje de Ángeles Huerta basado en el relato Lobosandaus (1991), de Xosé Luis Mendéz Ferrín , y el primero de ficción, aunque el registro de la acción y la radiografía sociológica bien documentada sobre esa Galicia fronteriza de comienzos del siglo XX pueda llevarnos a pensar lo contrario. Sin embargo, con el paso de los minutos, resulta sencillo percibir, no solo la dinámica y gratificante confluencia de géneros, a priori tan distantes, como el drama histórico y el terror psicológico, sino los mecanismos narrativos puramente ficcionales que tiñen la obra.

De este modo, Huerta cambia completamente de registro y tono, aunque preservando ese carácter íntimo y ese enfoque tan particular de su ópera prima, Esquece Monelos, un documental que emergía como una oda a ese río coruñés que fue río, pero ya no lo es. Una suerte de crónica sobre el desarrollo urbanístico febril que no quiere dialogar ni conservar el pasado, mezclado con elementos autobiográficos, pero que lejos de convertirse en un relato localista abraza lo universal. En O corpo aberto ocurre algo parecido. Parece una obra ligada a un espacio muy concreto, A Raia, pero que se puede extrapolar fácilmente a otros contextos.

O corpo aberto es un filme sustentado en la contemplación, en una poderosa atmósfera fantasmal y bastante física, en la que se habla más mediante los cuerpos, los gestos y las miradas que usando las palabras, aunque el ritmo y peso de los diálogos es mayor que en otros ejemplos de cine gallego reciente más intimista e introspectivo. Esa comunicación es eminentemente corporal, algo que al personaje principal de la cinta, Miguel, un profesor destinado en una aldea de montaña en la frontera entre Galicia y Portugal, le cuesta entender, acostumbrado a creer solo en aquello que ve, guiado por el poder de la palabra y ese ojo frío y calculador de la ciencia, que a veces se olvida de sentir y destierra la emoción, o reniega de ella como un eco obsoleto asomando en un infinito distante y cruel.

El sonido de la obra está sumamente cuidado, resultando especialmente encomiable a la hora de fortalecer el naturalismo inherente a todo el relato, como en una escena en la que asistimos a la castración de un cerdo. Los gritos que emite el animal, agudos y punzantes en primer plano, penetran en nuestra cabeza y enmudecen el ambiente. Todo esto habla de un mundo primario, feroz y duro, una tierra que no permite segundas oportunidades. Miguel, el maestro llegado de la ciudad e interpretado con gran fisicidad por Tamar Nuevas, es un extraño en un lugar en el que seguramente nunca va a encajar, un mundo que no va a ser capaz de domesticar por mucho que lleve con él el poder de “su” razón. Todo es hostil e incierto para él, y esta escena se revela brutal en ese sentido.

O corpo aberto (Ángeles Huerta, 2022)

Las composiciones musicales de Mercedes Peón merecen un artículo aparte. No imagino nada más perfecto, que conecte tan bien con esta historia y que la sepa acompañar de manera tan precisa como las creaciones de “otro mundo” de la artista de Oza-Cesuras. Sus adornos musicales iluminan de misterio la realidad, creando dinámicos contrapuntos que ayudan a entender y favorecen esa parte mágica y sobrenatural de la historia, apuntalando así esa encrucijada de realidades donde se cruzan los vivos y los muertos.

La cámara consigue, casi de forma invisible, transitar la cercanía de los cuerpos, rodeándolos y envolviéndolos, consciente de sus intimidades, como ocurre en la relación entre las dos mujeres; pero también sabe alejarse para construir espacios y atmósferas entre la densa niebla de la montaña ourensana, creando así un ambiente rico y ambivalente, en el que nada es lo que parece.

Aunque es difícil traspasar esa capa hermética que rodea la película, contribuyendo a crear una sensación de cápsula, de prisión, de lugar de leyendas que posee esa aldea perdida y lejana de la “civilización”, si conseguimos acceder, la cinta también es puro fuego y calienta de la misma forma que una emoción sincera inundaría el cielo de estrellas. El clímax, con ese montaje que combina escenas festivas carnavalescas con el deambular errático y poseído del personaje de Tamar, produce imágenes muy poderosas que afianzan lo narrado, y toda la contención anterior del metraje explota aquí para lograr un mejor funcionamiento dramático, y una catarsis creíble e incluso compleja. Toda la secuencia final emerge como algo orgánico y efectivo.

O corpo aberto acaba de la misma manera que empieza, cerrando una especie de círculo, o quizás un bucle, repitiendo incluso algunos planos para incidir en esa idea circular, en un epílogo que aclara lo sucedido. La voz en off es lo único que genera algo de artificiosidad en la cinta, aunque su relevancia es anecdótica y funciona de una forma contextual. Sin duda, un gran paso adelante en la carrera de la cineasta gijonesa afincada en Galicia, que seguro le abrirá las puertas a proyectos más grandes que le permitan crecer como cineasta y alcanzar más públicos, esperamos que sin perder la intimidad y la sencilla transparencia conseguida en este relato.

O corpo aberto (Ángeles Huerta, 2022)

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