Porto/Post/Doc 2020: Las huellas de nuestro ser (II)

A nossa terra, o nosso altar (2020), de André Guiomar

Continuando con nuestra crónica de la Sección Internacional del Porto/Post/Doc 2020 (puedes leer aquí la primera parte) llegamos al cineasta André Guiomar, premiado como director emergente con su film A nossa terra, o nosso altar (2020). Una cinta que, siendo propiamente documental, recoge desde una óptica social los últimos suspiros del barrio social de Aleixo, en Oporto. Una mirada al proceso de gentrificación y movilización de miles de personas que ocurrió en esta zona rodeada por urbanizaciones acomodadas y con unas vistas privilegiadas a la ribera, dando lugar al lema ‘los pobres no tienen derecho a las vistas del río’. 

La película se divide en dos partes, separadas de forma temporal pero no espacial. La primera resume seis meses de filmación durante el año 2013. Un trabajo que comenzó con urgencia, ya que la destrucción de las cinco torres que conformaban el barrio había sido iniciada en 2011, y se esperaba que a lo largo del año se demolieran las restantes. La segunda parte llega en el 2019, cuando vuelven a llegar los avisos a los inquilinos para desalojar las tres torres que habían quedado en pie durante esos seis años.

Lo que muestra el documental es la realidad del barrio, con diferentes vecinos hablando sobre los acontecimientos, mostrando su desacuerdo con esa decisión política de acabar con el mercado de las drogas y de los conflictos deslocalizando a la gente. No solo en base a sus palabras, sino a través de la mediación de André entre nosotros y esa realidad que ha sido estigmatizada desde su creación en 1974. Resulta fascinante cómo la segunda parte de la película se encuentra con la muerte de un joven del barrio y su luto. Una fuerza que emerge dentro de una población desgastada por el dilatado proceso, que vuelve a unirse una vez más bajo sus códigos para despedirse tanto del fallecido, Israel, como del tejido comunitario que se generó en el Aleixo.

Dejando atrás Europa, volvemos a las historias de colonización, tanto aquellas del pasado que siguen vigentes como otras que muestran nuevos síntomas de colonización en tierras que ya sufrieron el expolio. El primer largometraje a tratar es Of Land and Bread (2019), una pieza comunal, aunque orquestada por Ehab Tarabieh, donde las imágenes fueron tomadas por diferentes palestinos mostrando los abusos sistémicos que se dan en la tierra ocupada. Esta visibilidad es posible desde 2007 gracias a la iniciativa de la ONG israelí B’Tselem, que pone en manos de diferentes palestinos cámaras con las que poder filmar y, de alguna forma, defenderse.

Of Land and Bread (2019), de Ehab Tarabieh

La apertura funciona a modo de prólogo, con una escena en la que vemos a un israelí exigiendo la mitad de la tierra de unos palestinos para plantar maíz. Durante la conversación, percibimos que el israelí siente una autoridad vinculada a pertenecer al pueblo elegido por Dios, al que hay que entregar todo lo que pidan, detestando cualquier papel legal que lo contraríe. Después de este prólogo, que simula para nosotros el primer contacto entre israelíes y palestinos, se suceden una serie de escenas, cada una con su título, que muestran las formas de reprimir, intimidar e incluso agredir utilizadas por las autoridades israelíes en simpatía con la población civil.

El hecho de que las cámaras estén presentes no siempre consigue intimidar a los agresores, ya que parecen estar plenamente seguros de sus actos y de que la superestructura los va a defender. Así, asistimos a momentos donde se pisotea, se intimida a las familias con niños o se alardea sobre dar en el blanco con bolas de goma a los manifestantes. Existen grabaciones interesantes que no están hechas por civiles, sino por cámaras de seguridad donde militares israelíes abaten y secuestran a niños, a los que tratan como posibles rebeldes en un futuro.

La dureza de las palabras y de los actos filmados impactan en nuestra mirada, y habilitan una realidad palpable y creíble. Piezas como esta podemos encontrarlas también en la programación del festival AMAL, celebrado en Santiago de Compostela. Se trata de obras con una gran relevancia ya que, hoy en día, acostumbramos a consumir este tipo de imágenes en las redes sociales, pero supone un cambio importante ver un documental que desarrolla un discurso sólido más allá del minuto.

El otro título de esta temática, que ahora nos lleva a tierras africanas, es Days of Cannibalism (2020), del realizador Teboho Edkins. Edkins ya ha tratado anteriormente con la comunidad china, en particular con los gangsters del sur de África, donde vive, y en esta ocasión vuelve a centrarse en viajeros chinos en busca de fortuna y de una vida mejor. En la película, observamos cómo la entrada de estos agentes externos en la economía y cultura del sur de África provoca cambios en el tejido. Los empleadores son todos chinos, explotando la tierra y ofreciendo bienes de primera necesidad a los nativo de Lesoto.

Days of Cannibalism (2020), de Teboho Edkins

En este documental se nos permite observar el inicio de una nueva etapa colonial en África, un hecho que habilita la documentación e identificación de los síntomas. Vemos a unos chinos que tienen cero interés en la cultura local, generando sus propios círculos de negocio y disfrutando de ese ambiente nostálgico de karaoke que parecen llevar consigo a otras latitudes. Aunque el título parece hacer referencia a los actos de canibalismo que aplica China con países como Zambia -donde la compra de deuda nacional hace que la gobernabilidad y la autogestión se pongan en entredicho-, y a pesar de que estos actores individuales que aparecen en la película desestabilizan el orden social, hay también una visión de ellos como peones en primera línea.

En este sentido, el director evoca una falta de familiaridad y diversión en la vida de estos colonos que tienen a la mitad de su familia en su país natal, y que se encuentran en un lugar donde no tienen ningún enlace cultural y con el único interés de prosperar. Quizás es la relación próxima que tiene Teboho con estos migrantes del capital lo que hace que se suavice el discurso, presentando algunos aspectos oscuros con respecto a la pobreza y violencia de la población local. Con todo, estamos ante una película cuya tesis podría estar más desarrollada. En cualquier caso, uno debe visionar este western para continuar añadiendo frames a esta realidad que nos resulta lejana y de la cual debemos tener registro.

Cogemos aire y nos trasladamos a las alturas de la sierra argentina de la Puna, donde asistiremos a un viaje especial con el primer largometraje de Alejandro T. Tarraf, Piedra Sola (2020). Este film es un espacio cuidadosamente visual y sonoro a través del cual conocemos la cosmovisión de una comunidad de pastores de llamas a más de 3 mil metros sobre el nivel del mar. El proyecto se llevó a cabo con una libertad especial gracias a los tipos de ayudas lanzados por la INCAA, similares a las ayudas al talento gallego promovidas por AGADIC, donde la figura del realizador absorbe a la del productor. De esta forma filman un documental, que a ratos es ficción, en el que se exploran las creencias de estos pastores al enfrentarse a la figura de un puma que está cazando a sus llamas. 

A lo largo del metraje, profundizamos en los pensamientos de las gentes del lugar, en la manera que tienen de relacionarse con la naturaleza (la Pachamama) con rituales basados en la hoja de la coca, y cómo interpretan las señales de la vida en relación con sus antepasados. Un ejercicio etnográfico con fuerte carga en la narración onírica, cuyo discurso llega a ser transmitido en quechua según cómo se sienten los habitantes, y en el que se aprecia una fuerte sensibilidad del equipo de rodaje por esas costumbres poco retratadas en las filmaciones argentinas.

Piedra Sola (2020), de Alejandro T. Tarraf

Para finalizar con la competición internacional, juntamos dos obras que hablan del concepto de amor. En primer lugar, la producción francesa Goodbye Mister Wong (2020), del director laosiano Kiyé Simon Luang, una obra con toques melodramáticos que se cataloga mejor como una ficción en la que el personaje principal es una laosiana, France, descendiente de franceses, que se ve atrapada en el entorno rural del lago Nam Ngumat, así como entre varios pretendientes amorosos donde se ve personificado un pasado colonial y un presente con vistas a la ‘turistificación’.

En las antípodas está el film Amor Omnia (2019), de Yohei Yamakado. Se trata de una pieza curiosa, que nos introduce en una calibración de nuestra experiencia como espectadores. Casi dos horas de película, durante las cuales más de la mitad transcurren con la pantalla en negro, que suponen una llamada directa a quien está mirando y, sobre todo, escuchando.

Si bien puede entenderse como una ficción, en la medida en que se está performando una lectura de las Bucólicas de Virgilio, también el propio ejercicio de la voz en latín muestra una reflexión alrededor del documento. La latinista Solène Gaillot tiene gran presencia en la pieza, al ser la responsable de esta nueva partitura de la obra de Virgilio, además de aportar la propia declamación que acompaña al metraje. El hecho de asistir a esta representación en latín se convierte en un evento en sí mismo, ya que siempre nos preguntamos cómo hablaban en aquellos tiempos, y este tipo de aproximaciones llenan de belleza esos vacíos históricos. La película nos incita a experimentar el negro como un espacio lleno de posibilidades, donde las palabras cobran vida y dibujan mitos, paisajes y vivencias rurales de la época. Este denso viaje se ve aliviado con los fragmentos visuales de quien lo está experimentando desde la distancia temporal y espacial: colegas del director que se disponen frente a la cámara en ese momento de pasión. 

Una vez cubierta la competición internacional, comentaremos brevemente las restantes secciones para resaltar los ganadores y alguna curiosidad que encontramos en el certamen: 

En la sección Cinema Falado, que este año pasó a ser competitiva, el premio SPAutores para la mejor película en lengua portuguesa fue otorgado a Êxtase (2020), de Moara Passoni. Una mirada personal a la experiencia de una mujer con anorexia, que muestra cómo se conecta el sufrimiento individual con la colectividad. En la sección Transmission, espacio dedicado a los movimientos culturales ligados a la música, pudimos disfrutar de una selección de seis documentales que fueron desde White Riot (2020), que expone como el rock se colocó como movimiento defensor contra el racismo en la Gran Bretaña de los años 70, hasta el viaje del cantaor El Niño de Elche a Latinoamérica para entrar en contacto con las raíces y la experimentalidad de la música en Niños somos todos (2019), esta última dirigida por Sergi Cameron y galardonada en esta edición. Por último, con el patrocinio de Canal180, el premio Cinema Novo por el que compiten las juventudes estudiantes del audiovisual fue para Há Alguém na Terra (2019), de Francisca Magalhães, Joana Tato Borges y Maria Canela.

Êxtase (2020), de Moara Passoni

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