13º FESTIVAL INTERNACIONAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

Parte I: películas premiadas

Entre el 16 y 24 de Marzo pudimos asistir al 13º Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria. Su excelente programación y ambiente sitúan este evento en primera línea del cine independiente y de autor. Conviene además destacar las excepcionales condiciones de trabajo que el festival canario ofrece, pues además de asistir a las proyecciones y ruedas de prensa, se da la posibilidad de conversar apaciblemente con directores de la sección oficial y otros invitados. A continuación proponemos un repaso a los quince largometrajes en competición en la Sección Oficial 2012. Las reseñas vienen completadas con reflexiones surgidas de conversaciones con ocho de sus directores, todas ellas mantenidas justo después de ver los filmes y asistir a las ruedas de prensa. Ni que decir que poder establecer un diálogo directo con cada uno de los autores, sintiendo de cerca su voz y su mirada, nos permite ir mucho más allá en la comprensión y relaciones con cada título.

The Loneliest Planet (Julia Loktev, 2011, EEUU/Alemania, 113′), protagonizada por Gael García Bernal y Jani Furstenberg, Gran Premio del Jurado en el Festival de Cine Independiente de Los Ángeles, se hizo con la Lady Harimaguada de Oro y el Premio a la mejor interpretación femenina en esta edición del certamen. Una pareja de jóvenes despreocupados contratan a un guía georgiano para que les acompañe en una ruta de senderismo y acampada por los montes del país, un entorno natural suave y abierto, basto y perdido, desconocido y tal vez peligroso. Una planificación meticulosamente construida, que recurrentemente interrumpe la escenificación ante cámara flotante con tomas musicadas a gran distancia de los personajes, conduce gradualmente a escenas de la vida nocturna y la intimidad en el interior de la tienda. La relaciones entre estos tres seres evolucionan y dan un vuelco irreversible con un incidente central, en lo que la directora, con larga experiencia en este tipo de viajes, define como una danza entre tres personas y una cámara, sobre el terreno, dinámica, con fuerte desgaste físico.

Tabu (Miguel Gomes, 2012, Portugal/Alemania, 110′), recientemente galardonada con el Alfred Bauer Prize en la Berlinale, se llevó la Lady Harimaguada de Plata a la segunda mejor película del festival y el Premio del Público 2012. Distintas generaciones se entrecruzan en un entramado de relatos románticos hasta quedar irremediablemente atrapados en un sentimiento común de soledad, melancolía, saudade. El afecto y ternura que muestran unos con otros, cuando no amor fervoroso, apenas amortiguan la aspereza de unas relaciones humanas profundamente moldeadas por pautas coloniales y religiosas. Bello filme, repleto de detalles exóticos y emotivos en blanco y negro, dividido en dos partes, en que la sobriedad de los planos e intensidad de diálogos de la primera entrega contrastan, pese a la carga dramática y emocional, con la ligereza en el homenaje al cine mudo y la música retro colonial de la segunda, monolíticamente estructurada entorno a la narración en off. En palabras del director, se busca producir choques mediante cambios en el registro y las reglas del discurso. Los sentimientos de pérdida y culpabilidad irreversibles, los paraísos e infiernos de la memoria, y la vulneración de tabús o prohibiciones preestablecidos, son según Gomes algunas de las claves de este trabajo, considerado por el presidente del Jurado Oficial Vicente Aranda como creador de vanguardia.

Jidan he shitou / Egg and Stone (Huang Ji, 2012, China, 102′), premiada hace poco como Mejor Película del Festival de Rotterdam, mereció la Mención especial del jurado. Retrato íntimo de una joven en serias dificultades derivadas de la adolescencia y la sexualidad, aislada en un medio familiar insoportable y un pequeño pueblo de la China rural, donde la vida resulta especialmente dura para la mujer. La burbuja en que se desarrolla su existencia, de paso por la escuela y el estudio fotográfico, con puntuales escapadas al campo con su compañero, y el reconfortante tacto del huevo y la piedra, no la libra de vivir con inmensa soledad y tristeza su carga. Dibujada con extrema intimidad y sensibilidad, la película se despliega en la quietud y la oscuridad, con un ritmo silencioso y reposado, atípico y original, que tal vez recuerde lo mejor del cine chino contemporáneo. Una forma singular de filmar y relatar una historia que, según nos confiesa la directora, se adapta perfectamente al cuerpo y condición de debutante de la protagonista.

Bahay bata / Baby Factory (Eduardo Roy jr., 2011, Filipinas, 97′) obtuvo el Premio José Rivero al mejor nuevo director. Trabajadoras, madres y recién nacidos conviven en uno de los paritorios más grandes del mundo (el del hospital de Manila), cada cuál con sus respectivas problemáticas. La agitación habitual del recinto sanitario se acentúa en fechas navideñas. El dinamismo y dramatismo del medio es pese a todo bien compensado con un estilo contenido y más bien plano. Mezcla de documental y ficción, de trabajo con actores y no actores, con un tratamiento fotográfico y sonoro homogéneo y técnicamente solvente, que persigue en boca del autor situar todo a un mismo nivel, sin resaltar ninguna historia ni adentrarse en el melodrama.

Finalmente, Halt auf freier Strecke / Stopped on the Track (Andreas Dresen, 2011, Alemania, 95′), protagonizada por Milan Peschel, ganó el Premio al mejor actor, que se suma al Premio Un Certain Regard de Cannes. Un médico diagnostica una enfermedad cerebral terminal a un padre de familia, arranca el proceso degenerativo que en pocos meses va a acabar con su vida, seguido de cerca por su mujer, su hijo menor, su hija adolescente, y otros seres queridos. Las serias dificultades motrices, de conducta y relacionales que todo ello conlleva, son apenas mencionadas en el frío y técnico diagnóstico inicial, aunque posteriormente sí aparecen relatadas por una médico a domicilio, más reflexiva y humanizada. Crónica detallada y explícita de las devastadoras consecuencias de esta patología, tanto a nivel físico como de vínculos con el entorno, con interpretación sumamente expresiva, e inesperada aparición en escena del tumor, para dar pulso a una historia interesante, con arranques y frenazos, acorde con el desarrollo de la enfermedad, sus paroxismos y latigazos.

La organización del festival ofrece la posibilidad de conversar con los directores de la sección oficial, así como con otros invitados. De izquierda a derecha, y de arriba a abajo: Sebastián Lingiardi, Julia Loktev, Miguel Gomes e Andrés Duque.

Parte II: películas no premiadas

Sip’Ohi – El lugar del manduré (Sebastián Lingiardi, 2011, Argentina, 66′), Grand Prix del Festival International du Documentaire de Marseille. Los Wichi, pueblo indígena del norte de Argentina, afrontan las tentativas de asimilación que amenazan su subsistencia colectiva con un intento de preservar su cultura, lengua, cuentos, músicas, ritos, tradiciones, leyendas, formas de vida… En un entorno natural semi-urbanizado, con pocas infraestructuras y escasos recursos en comunicación y educación, surge un meta-relato a medio camino entre el documental antropológico y el autorretrato comunitario, creado por los propios protagonistas y portador de un fuerte componente experimental. Disyunción entre imagen y sonido, primeros planos de rostros de indígenas, paisajes y secuencias cotidianas, locución en off de cuentos ancestrales, músicas tradicionales, tomas de audio y vistas en la radio local, pantallas en negro, planos que reflejan el propio proceso de recogida y ensamblaje de imágenes y sonidos, hasta la supresión de la propia imagen, tras prevenir al público y solicitar su comprensión. Afirma su autor que se trata de un punto de vista personal y subjetivo surgido tanto de la identificación con la historia de un pueblo como de la oposición a los sistemas de pensamiento y verdades únicos, alegato en defensa de la multiculturalidad que confronta la persistencia en base a la caza y la recolección con el avance del progreso y la civilización. Dice además Lingiardi que el filme rinde culto a una oralidad que siempre ha estado presente en el cine, y que en este caso adquiere carácter central gracias a unos relatos que, a medida que esbozan una deidad irrepresentable, se desprenden de la dependencia respecto a las imágenes para forjar una película y un pensamiento que, con las contribuciones del interlocutor, se hayará en permanente construcción.

Nana (Valerie Massadian, 2011, Francia, 68′), Premio Mejor Ópera Prima del Festival de Locarno, Mejor Película en Competición del Festival Internacional de Cine de Valdivia, y Primer Premio del Festival de Cine Independiente de Estambul. Una niña vive con su madre en una casa de campo relativamente aislada del mundo. Las tareas del campo y del hogar, la vida en el bosque y los juegos de la niña, se nutren del suspenso de una narración a tiempo real que arranca con una secuencia inicial tal vez premonitoria. Montada a partir de docenas de horas de grabación e intenso trabajo con la pequeña, perforada por reiteradas elipsis, nace según la autora de la intención de hacer una película con una niña que atrape algo de la infancia, del imaginario infantil, de la particular relación con el tiempo y el mundo, escapando de la visión frágil y sobreprotegida de los pequeños, para captar la increíble fuerza y endereza de un animal salvaje que no es todavía un ser social, que no está en la sociedad o la seducción, que usa un pre-lenguaje en que el peso de las palabras difiere sustancialmente de lo habitual. A partir de situaciones ficcionadas, y del afecto por un mundo rural de gestos y saberes que desaparecen por no ser ya transmitidos, Massadian se confía a un cine de signos y elipsis que no pretende imponer una lectura del filme, sino fomentar un deseo o forma de diálogo que pasan por considerar al otro, su capacidad de actuar y mirar una imagen, sin que esta haya sido pre-pensada, fabricando en sí mismo las relaciones.

Ensayo final para utopía (Andrés Duque, 2012, España, 75′). Cuerpos que danzan en medio de revueltas y revoluciones, cuerpos enfermos y derrotados, cuerpos jóvenes y viejos, negros y blancos, africanos y europeos. Tiempos de vida y de muerte, medios rebosantes de vitalidad y medios sumidos en el “espectáculo de la muerte”. Imágenes de archivo, imágenes propias, imágenes íntimas y familiares, imágenes trucadas, músicas y sonidos experimentales, todos y cada uno de estos elementos quedan atrapados en el montaje plástico y rítmico, expresivo y puntualmente siniestro, de este film-ensayo para utopía. Nos habla su autor extensamente de su asociación entre el carácter fantasmal del cine y el soporte digital, la dificultad de palpar una imagen digital con las manos, y los potenciales de este nuevo paradigma, en que confluyen nuevos métodos de registro y herencia del cine.

Amnistia / Amnesty (Bujar Alimani, 2011, Albania/Grecia/Francia, 83′). Las vidas de un hombre y una mujer se entrecruzan en las periódicas visitas a la cárcel donde sus respectivas parejas se hallan confinadas para cumplir escrupulosamente con una tarea sumamente concreta. Él vive sólo y está harto de estar encerrado en su trabajo. Ella es de origen humilde y rural, tiene dos hijos y un padre severo. Su amistad con la mujer de otro recluso le ayuda a hallar un trabajo y una vivienda en la ciudad, para estar más cerca de su marido. Pero los muros de la cárcel se extienden mucho más allá del perímetro del recinto, en una sociedad albanesa conservadora y patriarcal donde la mujer es a menudo percibida como poco más que un objeto sexual, y donde se evidencia constantemente la existencia de cárceles fuera de la cárcel. Fotografía e interpretación crudas, supeditadas a la puesta en escena de una problemática grave, para trazar una rutina carcelaria y machista, que converge inexorablemente hacia un único punto de fuga posible, en un proceso de centrifugado emulado por el papel de la lavadora. Nos cuenta el autor que, en base a una concepción fotográfica bañada en color coñac y enmarcada en tonos rojos de amor y sangre, se despliega un relato de amor y soledad que, antes que de amnistías, habla de fugas imposibles, que culminan en tragedia griega.

Two Years at Sea (Ben Rivers, 2011, Reino Unido, 86′). Premio Especial del Jurado de Festival Internacional de Cine de Valdivia. Un hombre de avanzada edad vive aislado de la civilización, en una gran casa perdida en el bosque, sin que su opción le reporte sentimiento de soledad o carencia alguna. Dispone de todo lo que necesita y comparte con la naturaleza su afición por la música y la fotografía. La tala de leña, los paseos en barca, la cocina, o cualquier otra de sus rutinas, producen sinfonías de ruidos en pianísimo. Músicas y sonidos de la diégesis, interesante modulación temporal, y una fotografía panorámica en blanco y negro muy depurada, se funden en una experiencia sensorial acústica y visualmente conmovedora.

Was Bleibt / Home for the Weekend (Hans-Christian Schmid, 2012, Alemania, 88′). Retrato de una familia burguesa incapaz de aceptar diferentes tipos de fracaso, como pueden ser la enfermedad mental de una madre bipolar, la separación de un hijo con niño, la quiebra del negocio del otro hijo, o el adulterio del padre de familia. Un modelo de hogar y de familia en desintegración perpetua, tal vez incompatible con determinadas enfermedades mentales, en su obsesión por preservar las apariencias y promover la negación, en su egoísmo y egocentrismo desenfrenados, en su incomprensión ante el deseo y necesidades de los demás. Puesta en escena a la alemana, en que la cámara se dedica a seguir el juego de interpretación propuesto a unos actores que, como el propio niño, van a encontrar progresivamente la oportunidad de desprenderse de sus máscaras.

Din dragoste cu cele mai bune intentii / Best Intentions (Adrian Sitaru, 2011, Rumanía), Premios al mejor director y mejor actor en Locarno. Un joven que convive con su pareja recibe la preocupante noticia de que su madre ha sido ingresada por un accidente cerebral. Se traslada inmediatamente a la ciudad donde la madre es atendida para evaluar de cerca la atención que recibe, junto a su padre y con su novia. Desinformación y errores médicos, posibilidades de traslado, amistad con trabajadores del centro, visitas externas en habitaciones compartidas, deficiencias de algunos centros sanitarios rumanos, riesgo inherente a los accidentes cerebrales, son algunos de los elementos que ambientan este drama. Con técnicas de filmación que exploran las posibilidades de una cámara antropomórfica situada en la tez de personajes que observan y siguen la acción, la puesta en escena busca construir un punto de vista intersubjetivo que, tomando en cuenta las dudas e inseguridades de cada cuál, representa eficazmente un proceso colectivo de aquello que se podría denominar creación de sentido común.

Malaventura (Michel Lipkes, 2011, México, 74′). Un anciano pobre, decrépito, solo y abandonado, frecuenta los ambientes más sórdidos de una gran ciudad, salas X, bares decadentes, un parque donde trabaja en ausencia, y otros ambientes cutres del lugar. Un personaje entre tantos, encarnado de forma sumamente inexpresiva, en un relato amargo y hermético, de planos fijos y pausados, que hacen sentir las miserias de una vida insignificante, abandonada a la resignación, la apatía, la dejadez, el vacío.

Mãe e Filha / Madre e hija (Petrus Cariri, 2011, Brasil, 80′). Una joven con un bebé en brazos visita a su anciana madre en una finca rural abandonada y en ruinas, su intención es desprenderse del niño y hablar de su padre desaparecido. Madre e hija transitan y conversan entre naturaleza y escombros, en un entorno aislado, mágico, poblado por espíritus y cargado de simbolismo, con iconografía religiosa y pagana de trasfondo. Planos elegantemente templados, que alternan contemplación y performance, para conformar un espacio metafórico presidido por la tragedia de una pérdida, tal vez recurrente.

Zoológico (Rodrigo Marín Cortez, 2011, Chile, 70′). Tres jóvenes de un mismo instituto de élite afrontan con apatía y cada cuál a su manera ese momento decisivo en que reciben sus últimas calificaciones y deben decidir qué van a hacer con sus vidas. La comunicación con unos padres fundamentalmente ausentes es casi imposible. En el colegio, el coche, el hogar, la calle, soportan tediosamente un mismo clima de desidia generalizada que apenas se disipa con satisfacciones pasajeras como la amistad, la pareja, el sexo, Internet, homevideos, guitarra, bicicleta, patines, skate… Los genuinos planos frontales desde el interior del coche, que permiten visibilizar el barrio y a su vez escuchar las conversaciones en off con los progenitores, los hogares bunquerizados en que habitan los tres protagonistas, la propia escuela de élite a la que asisten, conforman jaulas invisibles en que estos especímenes de zoológico viven recluidos.

 Lee aquí el artículo en su versión original en catalán

Parte I: películas premiadas

Entre el 16 y 24 de Marzo pudimos asistir al 13º Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria. Su excelente programación y ambiente sitúan este evento en primera línea del cine independiente y de autor. Conviene además destacar las excepcionales condiciones de trabajo que el festival canario ofrece, pues además de asistir a las proyecciones y ruedas de prensa, se da la posibilidad de conversar apaciblemente con directores de la sección oficial y otros invitados. A continuación proponemos un repaso a los quince largometrajes en competición en la Sección Oficial 2012. Las reseñas vienen completadas con reflexiones surgidas de conversaciones con ocho de sus directores, todas ellas mantenidas justo después de ver los filmes y asistir a las ruedas de prensa. Ni que decir que poder establecer un diálogo directo con cada uno de los autores, sintiendo de cerca su voz y su mirada, nos permite ir mucho más allá en la comprensión y relaciones con cada título.

The Loneliest Planet (Julia Loktev, 2011, EEUU/Alemania, 113′), protagonizada por Gael García Bernal y Jani Furstenberg, Gran Premio del Jurado en el Festival de Cine Independiente de Los Ángeles, se hizo con la Lady Harimaguada de Oro y el Premio a la mejor interpretación femenina en esta edición del certamen. Una pareja de jóvenes despreocupados contratan a un guía georgiano para que les acompañe en una ruta de senderismo y acampada por los montes del país, un entorno natural suave y abierto, basto y perdido, desconocido y tal vez peligroso. Una planificación meticulosamente construida, que recurrentemente interrumpe la escenificación ante cámara flotante con tomas musicadas a gran distancia de los personajes, conduce gradualmente a escenas de la vida nocturna y la intimidad en el interior de la tienda. La relaciones entre estos tres seres evolucionan y dan un vuelco irreversible con un incidente central, en lo que la directora, con larga experiencia en este tipo de viajes, define como una danza entre tres personas y una cámara, sobre el terreno, dinámica, con fuerte desgaste físico.

Tabu (Miguel Gomes, 2012, Portugal/Alemania, 110′), recientemente galardonada con el Alfred Bauer Prize en la Berlinale, se llevó la Lady Harimaguada de Plata a la segunda mejor película del festival y el Premio del Público 2012. Distintas generaciones se entrecruzan en un entramado de relatos románticos hasta quedar irremediablemente atrapados en un sentimiento común de soledad, melancolía, saudade. El afecto y ternura que muestran unos con otros, cuando no amor fervoroso, apenas amortiguan la aspereza de unas relaciones humanas profundamente moldeadas por pautas coloniales y religiosas. Bello filme, repleto de detalles exóticos y emotivos en blanco y negro, dividido en dos partes, en que la sobriedad de los planos e intensidad de diálogos de la primera entrega contrastan, pese a la carga dramática y emocional, con la ligereza en el homenaje al cine mudo y la música retro colonial de la segunda, monolíticamente estructurada entorno a la narración en off. En palabras del director, se busca producir choques mediante cambios en el registro y las reglas del discurso. Los sentimientos de pérdida y culpabilidad irreversibles, los paraísos e infiernos de la memoria, y la vulneración de tabús o prohibiciones preestablecidos, son según Gomes algunas de las claves de este trabajo, considerado por el presidente del Jurado Oficial Vicente Aranda como creador de vanguardia.

Jidan he shitou / Egg and Stone (Huang Ji, 2012, China, 102′), premiada hace poco como Mejor Película del Festival de Rotterdam, mereció la Mención especial del jurado. Retrato íntimo de una joven en serias dificultades derivadas de la adolescencia y la sexualidad, aislada en un medio familiar insoportable y un pequeño pueblo de la China rural, donde la vida resulta especialmente dura para la mujer. La burbuja en que se desarrolla su existencia, de paso por la escuela y el estudio fotográfico, con puntuales escapadas al campo con su compañero, y el reconfortante tacto del huevo y la piedra, no la libra de vivir con inmensa soledad y tristeza su carga. Dibujada con extrema intimidad y sensibilidad, la película se despliega en la quietud y la oscuridad, con un ritmo silencioso y reposado, atípico y original, que tal vez recuerde lo mejor del cine chino contemporáneo. Una forma singular de filmar y relatar una historia que, según nos confiesa la directora, se adapta perfectamente al cuerpo y condición de debutante de la protagonista.

Bahay bata / Baby Factory (Eduardo Roy jr., 2011, Filipinas, 97′) obtuvo el Premio José Rivero al mejor nuevo director. Trabajadoras, madres y recién nacidos conviven en uno de los paritorios más grandes del mundo (el del hospital de Manila), cada cuál con sus respectivas problemáticas. La agitación habitual del recinto sanitario se acentúa en fechas navideñas. El dinamismo y dramatismo del medio es pese a todo bien compensado con un estilo contenido y más bien plano. Mezcla de documental y ficción, de trabajo con actores y no actores, con un tratamiento fotográfico y sonoro homogéneo y técnicamente solvente, que persigue en boca del autor situar todo a un mismo nivel, sin resaltar ninguna historia ni adentrarse en el melodrama.

Finalmente, Halt auf freier Strecke / Stopped on the Track (Andreas Dresen, 2011, Alemania, 95′), protagonizada por Milan Peschel, ganó el Premio al mejor actor, que se suma al Premio Un Certain Regard de Cannes. Un médico diagnostica una enfermedad cerebral terminal a un padre de familia, arranca el proceso degenerativo que en pocos meses va a acabar con su vida, seguido de cerca por su mujer, su hijo menor, su hija adolescente, y otros seres queridos. Las serias dificultades motrices, de conducta y relacionales que todo ello conlleva, son apenas mencionadas en el frío y técnico diagnóstico inicial, aunque posteriormente sí aparecen relatadas por una médico a domicilio, más reflexiva y humanizada. Crónica detallada y explícita de las devastadoras consecuencias de esta patología, tanto a nivel físico como de vínculos con el entorno, con interpretación sumamente expresiva, e inesperada aparición en escena del tumor, para dar pulso a una historia interesante, con arranques y frenazos, acorde con el desarrollo de la enfermedad, sus paroxismos y latigazos.

La organización del festival ofrece la posibilidad de conversar con los directores de la sección oficial, así como con otros invitados. De izquierda a derecha, y de arriba a abajo: Sebastián Lingiardi, Julia Loktev, Miguel Gomes e Andrés Duque.

Parte II: películas no premiadas

Sip’Ohi – El lugar del manduré (Sebastián Lingiardi, 2011, Argentina, 66′), Grand Prix del Festival International du Documentaire de Marseille. Los Wichi, pueblo indígena del norte de Argentina, afrontan las tentativas de asimilación que amenazan su subsistencia colectiva con un intento de preservar su cultura, lengua, cuentos, músicas, ritos, tradiciones, leyendas, formas de vida… En un entorno natural semi-urbanizado, con pocas infraestructuras y escasos recursos en comunicación y educación, surge un meta-relato a medio camino entre el documental antropológico y el autorretrato comunitario, creado por los propios protagonistas y portador de un fuerte componente experimental. Disyunción entre imagen y sonido, primeros planos de rostros de indígenas, paisajes y secuencias cotidianas, locución en off de cuentos ancestrales, músicas tradicionales, tomas de audio y vistas en la radio local, pantallas en negro, planos que reflejan el propio proceso de recogida y ensamblaje de imágenes y sonidos, hasta la supresión de la propia imagen, tras prevenir al público y solicitar su comprensión. Afirma su autor que se trata de un punto de vista personal y subjetivo surgido tanto de la identificación con la historia de un pueblo como de la oposición a los sistemas de pensamiento y verdades únicos, alegato en defensa de la multiculturalidad que confronta la persistencia en base a la caza y la recolección con el avance del progreso y la civilización. Dice además Lingiardi que el filme rinde culto a una oralidad que siempre ha estado presente en el cine, y que en este caso adquiere carácter central gracias a unos relatos que, a medida que esbozan una deidad irrepresentable, se desprenden de la dependencia respecto a las imágenes para forjar una película y un pensamiento que, con las contribuciones del interlocutor, se hayará en permanente construcción.

Nana (Valerie Massadian, 2011, Francia, 68′), Premio Mejor Ópera Prima del Festival de Locarno, Mejor Película en Competición del Festival Internacional de Cine de Valdivia, y Primer Premio del Festival de Cine Independiente de Estambul. Una niña vive con su madre en una casa de campo relativamente aislada del mundo. Las tareas del campo y del hogar, la vida en el bosque y los juegos de la niña, se nutren del suspenso de una narración a tiempo real que arranca con una secuencia inicial tal vez premonitoria. Montada a partir de docenas de horas de grabación e intenso trabajo con la pequeña, perforada por reiteradas elipsis, nace según la autora de la intención de hacer una película con una niña que atrape algo de la infancia, del imaginario infantil, de la particular relación con el tiempo y el mundo, escapando de la visión frágil y sobreprotegida de los pequeños, para captar la increíble fuerza y endereza de un animal salvaje que no es todavía un ser social, que no está en la sociedad o la seducción, que usa un pre-lenguaje en que el peso de las palabras difiere sustancialmente de lo habitual. A partir de situaciones ficcionadas, y del afecto por un mundo rural de gestos y saberes que desaparecen por no ser ya transmitidos, Massadian se confía a un cine de signos y elipsis que no pretende imponer una lectura del filme, sino fomentar un deseo o forma de diálogo que pasan por considerar al otro, su capacidad de actuar y mirar una imagen, sin que esta haya sido pre-pensada, fabricando en sí mismo las relaciones.

Ensayo final para utopía (Andrés Duque, 2012, España, 75′). Cuerpos que danzan en medio de revueltas y revoluciones, cuerpos enfermos y derrotados, cuerpos jóvenes y viejos, negros y blancos, africanos y europeos. Tiempos de vida y de muerte, medios rebosantes de vitalidad y medios sumidos en el “espectáculo de la muerte”. Imágenes de archivo, imágenes propias, imágenes íntimas y familiares, imágenes trucadas, músicas y sonidos experimentales, todos y cada uno de estos elementos quedan atrapados en el montaje plástico y rítmico, expresivo y puntualmente siniestro, de este film-ensayo para utopía. Nos habla su autor extensamente de su asociación entre el carácter fantasmal del cine y el soporte digital, la dificultad de palpar una imagen digital con las manos, y los potenciales de este nuevo paradigma, en que confluyen nuevos métodos de registro y herencia del cine.

Amnistia / Amnesty (Bujar Alimani, 2011, Albania/Grecia/Francia, 83′). Las vidas de un hombre y una mujer se entrecruzan en las periódicas visitas a la cárcel donde sus respectivas parejas se hallan confinadas para cumplir escrupulosamente con una tarea sumamente concreta. Él vive sólo y está harto de estar encerrado en su trabajo. Ella es de origen humilde y rural, tiene dos hijos y un padre severo. Su amistad con la mujer de otro recluso le ayuda a hallar un trabajo y una vivienda en la ciudad, para estar más cerca de su marido. Pero los muros de la cárcel se extienden mucho más allá del perímetro del recinto, en una sociedad albanesa conservadora y patriarcal donde la mujer es a menudo percibida como poco más que un objeto sexual, y donde se evidencia constantemente la existencia de cárceles fuera de la cárcel. Fotografía e interpretación crudas, supeditadas a la puesta en escena de una problemática grave, para trazar una rutina carcelaria y machista, que converge inexorablemente hacia un único punto de fuga posible, en un proceso de centrifugado emulado por el papel de la lavadora. Nos cuenta el autor que, en base a una concepción fotográfica bañada en color coñac y enmarcada en tonos rojos de amor y sangre, se despliega un relato de amor y soledad que, antes que de amnistías, habla de fugas imposibles, que culminan en tragedia griega.

Two Years at Sea (Ben Rivers, 2011, Reino Unido, 86′). Premio Especial del Jurado de Festival Internacional de Cine de Valdivia. Un hombre de avanzada edad vive aislado de la civilización, en una gran casa perdida en el bosque, sin que su opción le reporte sentimiento de soledad o carencia alguna. Dispone de todo lo que necesita y comparte con la naturaleza su afición por la música y la fotografía. La tala de leña, los paseos en barca, la cocina, o cualquier otra de sus rutinas, producen sinfonías de ruidos en pianísimo. Músicas y sonidos de la diégesis, interesante modulación temporal, y una fotografía panorámica en blanco y negro muy depurada, se funden en una experiencia sensorial acústica y visualmente conmovedora.

Was Bleibt / Home for the Weekend (Hans-Christian Schmid, 2012, Alemania, 88′). Retrato de una familia burguesa incapaz de aceptar diferentes tipos de fracaso, como pueden ser la enfermedad mental de una madre bipolar, la separación de un hijo con niño, la quiebra del negocio del otro hijo, o el adulterio del padre de familia. Un modelo de hogar y de familia en desintegración perpetua, tal vez incompatible con determinadas enfermedades mentales, en su obsesión por preservar las apariencias y promover la negación, en su egoísmo y egocentrismo desenfrenados, en su incomprensión ante el deseo y necesidades de los demás. Puesta en escena a la alemana, en que la cámara se dedica a seguir el juego de interpretación propuesto a unos actores que, como el propio niño, van a encontrar progresivamente la oportunidad de desprenderse de sus máscaras.

Din dragoste cu cele mai bune intentii / Best Intentions (Adrian Sitaru, 2011, Rumanía), Premios al mejor director y mejor actor en Locarno. Un joven que convive con su pareja recibe la preocupante noticia de que su madre ha sido ingresada por un accidente cerebral. Se traslada inmediatamente a la ciudad donde la madre es atendida para evaluar de cerca la atención que recibe, junto a su padre y con su novia. Desinformación y errores médicos, posibilidades de traslado, amistad con trabajadores del centro, visitas externas en habitaciones compartidas, deficiencias de algunos centros sanitarios rumanos, riesgo inherente a los accidentes cerebrales, son algunos de los elementos que ambientan este drama. Con técnicas de filmación que exploran las posibilidades de una cámara antropomórfica situada en la tez de personajes que observan y siguen la acción, la puesta en escena busca construir un punto de vista intersubjetivo que, tomando en cuenta las dudas e inseguridades de cada cuál, representa eficazmente un proceso colectivo de aquello que se podría denominar creación de sentido común.

Malaventura (Michel Lipkes, 2011, México, 74′). Un anciano pobre, decrépito, solo y abandonado, frecuenta los ambientes más sórdidos de una gran ciudad, salas X, bares decadentes, un parque donde trabaja en ausencia, y otros ambientes cutres del lugar. Un personaje entre tantos, encarnado de forma sumamente inexpresiva, en un relato amargo y hermético, de planos fijos y pausados, que hacen sentir las miserias de una vida insignificante, abandonada a la resignación, la apatía, la dejadez, el vacío.

Mãe e Filha / Madre e hija (Petrus Cariri, 2011, Brasil, 80′). Una joven con un bebé en brazos visita a su anciana madre en una finca rural abandonada y en ruinas, su intención es desprenderse del niño y hablar de su padre desaparecido. Madre e hija transitan y conversan entre naturaleza y escombros, en un entorno aislado, mágico, poblado por espíritus y cargado de simbolismo, con iconografía religiosa y pagana de trasfondo. Planos elegantemente templados, que alternan contemplación y performance, para conformar un espacio metafórico presidido por la tragedia de una pérdida, tal vez recurrente.

Zoológico (Rodrigo Marín Cortez, 2011, Chile, 70′). Tres jóvenes de un mismo instituto de élite afrontan con apatía y cada cuál a su manera ese momento decisivo en que reciben sus últimas calificaciones y deben decidir qué van a hacer con sus vidas. La comunicación con unos padres fundamentalmente ausentes es casi imposible. En el colegio, el coche, el hogar, la calle, soportan tediosamente un mismo clima de desidia generalizada que apenas se disipa con satisfacciones pasajeras como la amistad, la pareja, el sexo, Internet, homevideos, guitarra, bicicleta, patines, skate… Los genuinos planos frontales desde el interior del coche, que permiten visibilizar el barrio y a su vez escuchar las conversaciones en off con los progenitores, los hogares bunquerizados en que habitan los tres protagonistas, la propia escuela de élite a la que asisten, conforman jaulas invisibles en que estos especímenes de zoológico viven recluidos.

 Lee aquí el artículo en su versión original en catalán

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