TRES RUMBOS E…UN DESTINO?

En los festivales de cortometrajes, es habitual acabar harto de piezas con final ingenioso, como si ése fuera el quid de la cuestión. La sorpresa, el guiño, el chiste, van en busca de los premios, y el cine queda de lado.

No es el caso en Curtocircuíto, que en su última edición demostró que hay vida más allá de la anécdota visual con caras famosas. Tampoco renunció al documental y a la animación, ausentes habituales en estas citas, y claros protagonistas del certamen compostelano. Otra cosa es que las ficciones, animadas o no, opten por un modelo más industrial o de autor; o que los documentales adopten un estilo informativo y reportajeado, en vez de experimentar con la narración y la imagen, como hacen los de creación, muy en boga de un tiempo a esta parte.

Otra cosa es que existan programas bien diferenciados, o que el palmarés pueda causar algún impacto con 27 finalistas y 17 galardones. En una misma sesión, uno puede encontrarse con piezas como Die Frau des Fotografen o Suiker, que no tienen nada que ver una con otra. ¿No sería mejor agruparlas por temáticas, afinidades, estilos, o incluso hacer la clara diferenciación de ficción, animación y documental que hay en el palmarés?

En este sentido, la sección Explora, que apuesta por un cine más experimental y atrevido, como el de Caouette o Provost, marca la diferencia y permite acercarse a filmes más exigentes. Pero, en retrospectiva, la sensación con Curtocircuíto es la de un cubo de rubik sin acabar. Atractivo, da ganas de acercarse y jugar con él, pero no muestra una imagen clara. El problema, como con muchos otros festivales obsesionados con captar todas las tendencias del cine contemporáneo (véase Documenta), es la dispersión. No quiere decir esto que no ofrezca cortos valiosos, que los hay. Podríamos ordenarlos de muchas maneras. Una evidente y clara es dividirlas en ficción, animación y documental, como en el palmarés, comentado en las próximas líneas, junto a otras propuestas interesantes.

FICCIÓN

El jurado internacional se decidió por la rumana Apele Tac, de Anca M. Lazarescu, en lo que parece ser un reconocimiento al nuevo cine del país. Con un estilo seco y documental, y con la sobriedad que caracteriza los filmes de Sitaru, Mungiu, Porumboiu o Puiu, la cinta es un thriller de marcada denuncia política y valor histórico, que bien podría haber sido el primer acto de un largo (parece estar pensada como tal). Relata el intento de huida a Alemania de una pareja y un tercer acompañante, durante el régimen de Ceaesescu, a través de la frontera con Serbia, concretamente el Danubio, de ahí el título, Río silencioso.

'All Flowers in Time' hace una estupenda lectura del fantástico

Se Se suman al palmarés otras dos ficciones. Mokhtar, de Halima Ouardiri, hace una lectura crítica de mantener las tradiciones a toda costa. Cuenta cómo, en Marruecos, un hombre muy tradicional encierra a su hijo con un búho herido del que está cuidando el chaval, y en el que su padre ve la encarnación del diablo. Ni emociona, ni aporta algún tipo de valor cinematográfico. Es un corto plano, hasta límites insospechados.

Baby, de Daniel Mulloy, cuenta por lo menos con una pareja de actores con química. Dirigida con un nerviosismo exagerado, innecesarios movimientos bruscos de cámara y continuos desenfoques como marca de estilo, tiene uno de esos finales sorprendentes, de moral un tanto cuestionable. Con todo, pone una cuestión interesante sobre la mesa: ¿hasta qué punto la justicia sabe medir el alcance de sus actos?

Completa los premios de este apartado, en la sección Compostelae, El grifo, de Denis Rovira Van Boekholt. Por hacer un símil con el que seguro que estarán de acuerdo sus productores, es como ver Buried con Celso Bugallo, solo que en vez de estar impedido por un ataúd, tiene el dedo pegado a un grifo de su cocina. Mejor no pregunten como se quedó enganchado ahí.

Entre los gallegos, se alzó con el galardón Estereoscopía, de Xacio Baño. Este cronista no tuvo acceso a ella, pero ha leído por ahí que muestra una mirada singular, y que su protagonista, Vicente de Souza, está estupendo.

Pero lo mejor estaba en la sección Explora. Dos cortos de marcado carácter experimental, que parten del documento para llegar a la ficción más desatada, salvan el nivel medio de esta desigual categoría. En All Flowers in Time, Jonathan Caouette falsea incluso el documento en el que se basa su nueva locura, reflexionando sobre la frágil veracidad de las imágenes televisivas. El autor de Tarnation copia miméticamente el estilo de los programas de temática esotérica y provoca que los monstruos asalten lo cotidiano. Ejercicio metafílmico sobre el género fantástico, la pieza tiene mucho de Lynch y resonancias de Donnie Darko, pero, ante todo, muestra una espléndida capacidad para definir un tono sin buscarle un sentido a la historia. Cuando eres un maestro de la hipnosis, no lo necesitas.

Más valiosa aun es la también lynchana Stardust, de Nicolas Provost. Que la vida imita el cine nunca había sido tan cierto. El belga logra construir una ficción híper-marciana a través de imágenes tomadas en las Vegas a famosos de Hollywood (Jack Nicholson, Dennis Hopper o Jon Voight, entre otros) con una cámara oculta. Editando sobre el metraje real varias conversaciones de filmes, esta suerte de mash-up cinematográfico consigue crear una intensa historia de cine negro. Sin mucho sentido, pero destilando un tono que no suelta al espectador. Como en All Flowers in Time, se trata de construir un estilo que podría durar ad aeternum. Impresionante.

ANIMACIÓN

El terreno más fértil fue seguramente el de la animación. Entre los premiados, estuvo con razón Turning, de Karni Arieli y Saul Freedg. A través del cuento de un emperador sin piel, la película hace una interesante reflexión sobre la construcción de la identidad, articulada por un conjunto diverso de técnicas de animación, desde el modelado 3-D hasta la stop-motion, pasando por sencillas sobreimpresiones, que otorgan un fresco resultado estético.

'Paths of Hate' se nutre de referencias del cómic y el videojuego

Más injustificados son los galardones a Rayo XYZ, de Joana Tueste, y a la española Birdboy, de Pablo Rivero y Alberto Vázquez. La primera le da vueltas al tema de la batalla entre la razón y los sentimientos con unos dibujos propios de cualquiera aficionado a Forges. La segunda parte de una novela gráfica, y ha debido de perder algunas viñetas en el camino. Si bien su diseño de producción es una curiosa mezcla entre Burton y Sendak, a nivel narrativo no se sostiene.

Otra española premiada es O zapateiro, de David Doutel y Vasco Sá. Con una destacable factura visual, tiene más referentes en autores del cómic como Camille Jourdy o Miguelanxo Prado, que en el cine. Pieza de marcado tono poético sobre el oficio del título, peca de un excesivo metraje para lo poco que cuenta, pero el resultado es atractivo. Seguramente, sus directores no podrían haber arriesgado tanto de no jugar con IB Cinema. La productora gallega tiene la fama de apostar duro por una animación no tradicional, y de ahí que vuelva a la carga con uno de sus protegidos, Sam Orti Marti.

El autor de El ataque de los kriters asesinos presentó Vicenta, propuesta al Goya a mejor filme de animación. La pieza, a medio camino entre el Álex de la Iglesia de La comunidad (Santiago Segura pone voz al personaje principal) y Wallace y Grommit, cuenta cómo una empleada del hogar vive esclavizada por su déspota marido. Cuando éste muere inesperadamente, decide buscar la forma de resucitarlo para que le cuente dónde está escondido el dinero que habían ganado juntos en la lotería, secreto que se llevó a la tumba. Ejercicio de gran economía narrativa, y muy entretenido, Vicenta es una pieza recomendable.

'Vicenta' goza de una gran capacidad narrativa

Ya fuera del palmarés, hace falta destacar varias propuestas. La primera y más relevante es Gato encerrado, de Peque Varela. La ferrolana incide aquí en el tema de la exclusión social al ‘otro’ que ya había marcado su primer corto, 1977, sobre el descubrimiento de su identidad lésbica. Partiendo siempre de lo personal para extrapolarlo a una realidad más amplia, esta vez toma la deportación de su pareja colombiana como base para arremeter contra las políticas de inmigración de los gobiernos occidentales, con tendencias a recortar los derechos de estos ‘ciudadanos de segunda’. Con un registro estético limpio, casi angelical, que dista mucho de la naturaleza punk de su anterior trabajo, podría parecer que Varela ha caído en una suerte de ‘buenismo’ audiovisual. Nada más lejos de la realidad. La metáfora del gato de Schrödinger, y el guiño a las nueve vidas de los gatos ingleses, frente a las siete de los españoles, claro que funciona en pantalla, y es gracias a esta pureza visual, que de simple no tiene nada.

Caótica, punk, divertida e incendiaria, es The External World, de David O’Reilly. En clave nihilista y macarra, el irlandés llega a un modelo autoral mediante la saturación de referencias cinéfilas, comiqueras, a los videojuegos, y al diseño gráfico, en una barroca animación de espíritu revolucionario. (Anti)política a base de mazazos de bits. Deliciosa.

Para finalizar con la animación, dos piezas que son más diseño gráfico que cine, pero interesantes en todo caso. Ken Jacobs realiza en The Green Wave un juego de profundidad con una ola marina, a través del uso de la visión estroboscópica. Tres dimensiones sin gafas, como las de El ojo mágico. Exitoso como experimento, no pasa de eso.

Por su parte, Paths of Hate, de Damian Nemow, cuenta el duelo entre dos aviadores de la Segunda Guerra Mundial con Vals con Bashir como principal referente. A medio camino entre la novela gráfica y el videojuego, es técnicamente espectacular, aunque está carente de sentimiento. Parece más el vídeo de introducción de una superproducción de EA que un corto cinematográfico. De hecho, los parámetros sobre los que se asienta no están lejos de los trailers de The Old Republic o World of Warcraft. Aunque en dos dimensiones, es como una versión corta del 300 de Zack Snyder, pero con aviones. En el terreno del diseño gráfico, no tiene precio. En el del cine…

Con todo, se agradece la huella de gente del cómic como Francisco Solano López, Hugo Pratt, Darick Robertson o el propio Frank Miller, autor de la de los feroces espartanos de Leónidas.

DOCUMENTAL

Ya en los documentales, la premiada La broma infinita, de David Muñoz, recoge diversos testimonios, de varias grandes ciudades a nivel mundial, sobre la crisis económica. Una voz en off, excesivamente presente, sirve de hilo para el relato. Mejor habría sido dejar hablar a los protagonistas y confiar en la imagen como medio narrativo. Además, su mensaje ideológico, que no esconde en ningún momento, es ante todo contradictorio. Su crítica contra el mal reparto de los bienes presupone que “el hombre es un lobo para el hombre”, diría Hobbes. Según Muñoz, la economía hace su selección natural, incluso por encima de los estados. En el fondo, está dando la batalla por perdida, y está humillando a sus entrevistados.

'Die Frau des Fotografen' fue el más destacable documental de la selección

Bastante más destacable es Die Fraue des Fotografen, de Karsten Krause y Philip Widmann. Retrata, en clave poética, a una mujer que fue fotografiada toda la vida por su marido. Las instantáneas revelan el paso del tiempo en el cuerpo. El cine y la fotografía solo pueden captar lo que ya ha pasado, y se erigen en testimonio de la memoria, documentan la degradación física del ser humano.

El diario del hombre, del que se leen fragmentos con una lírica voz en off, sirve de hilo narrativo y apuntarla al tiempo la psicología de los personajes. Son éstas varias de las virtudes de un filme que muestra, además, un excelente sentido de la composición y del montaje.

Y para encontrar algo más destacable, debemos mirar a tres trabajos en Galicia. Radiografía de un autor de tebeos, de Marcos Nine, opta por un registro excesivamente periodístico que contrasta con los últimos trabajos del director, Manuscritos pompeyanos y la aún inédita La brecha, más experimentales. En todo caso, Radiografía sigue siendo un corto nada desdeñable sobre la figura del dibujante y guionista de novelas gráficas David Rubín. Los esfuerzos de Nine por integrar tebeo e imagen fílmica hasta fundir los lenguajes son lo más interesante de una pieza que pretendía ser parte de un proyecto más amplio, integrando a otros dibujantes gallegos, y que muchos esperamos ver algún día retomado y acabado.

Se mostró también Paisaxe-distancia, de Lois Patiño; un interesante estudio del paisaje mediante un juego de escalas. El cineasta prueba que el cine es una cuestión de encuadre, y describe los lugares de lo más concreto a lo más genérico, con resultados y cambios de contexto por momentos sorprendentes.

Por último, Fantasmas#1, de Ángel Santos, usa imágenes fotográficas y en súper8 de la infancia del director para realizar una reflexión sobre la memoria, un poco en la clave de Die Fraue des Fotografen, pero con un espíritu más libre, experimental, evocador, lírico y prescindiendo de cualquier necesidad de narración. Santos entra con esta pieza en un terreno antes inexplorado en su carrera y que parece fructífero para él. Que siga por esta senda, y que siga bien.

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