LOOPER, de Rian Johnson

VIAJES DE CULTO

En la desintegración corporal que ha parecido ocupar buena parte de la selección de Sitges de este año, ha cobrado especial importancia un filme tan irregular como atractivo: Looper, destinado convertirse en una cinta de culto por la brillante y original exposición de una trama de viajes en el tiempo al uso, pero ejecutada con un ritmo trepidante, y una estética y narración adheridas a un estilo muy Nuevo Hollywood. Si pudiésemos encontrar un lugar en común entre la intensidad dramática de El Padrino de Coppola, el nervio de los filmes de gangsters de Scorsese, el gusto por la ostentación visual en el diseño de producción de Lucas, las constantes del padre ausente de Spielberg -y cierto misticismo espiritual muy en la línea de Encuentros en la Tercera Fase-, e a violencia seca e estetizada del Carlito’s Way de De Palma; seguramente podríamos toparnos con Rian Johnson en ese lugar.

Los referentes son muy elevados, pero es que el primer tramo de Looper hace justicia a estos nombres. La trama, en la que algunos han visto un nuevo Terminator, es interesantísima. Los viajes en el tiempo ya están inventados, pero prohibidos. Una banda de asesinos se dedica a mandar desde el futuro a personas que quieren eliminar y, al pasar al otro lado de la línea temporal, en el presente, un “looper” está esperándolos con un arma en la mano para deshacerse de ellos. ¿El nudo de trama que desencadena la gloriosa persecución sobre la que se sustenta el filme? El protagonista (un rudo Joseph Gordon-Levitt) recibe a su propia versión del futuro (mordaz Bruce Willis) e, incapaz de matarlo, huye. Desde ese momento, tiene que elegir entre perseguirlo él también para saldar sus cuentas con la mafia, o dejarlo vivir para que deshaga una supuesta conspiración.

Lejos del estilo plúmbeo y cool de Brick (2005) y del nerviosismo visual de The Brothers Bloom (2008), Johnson está empezando a encontrar una narración que combina el dinamismo de su anterior película con la profundidad (ya sin ínfulas intelectualoides) de su debut en los longametrajes. Lo único que se le puede achacar a Looper es su ambición a la hora de combinar esta trama trepidante con otra (hacia el final del filme), más melodramática y poética, que, se bien da sentido a un poderoso desenlace, lastra el filme por irregular. Este título es un excelente filme de acción. Quizás con una narración muy medida y convencional de introducción, nudo y desenlace, pero no por eso menos notable. Tras unos primeros minutos con la atractiva voz en off de Gordon-Levitt como narrador de la historia, acompañada de unas imágenes hipnóticas que ayudan a que la sensación de inmersión en este mundo alternativo sea total -y esto es lo más complicado y a la vez lo más gozoso que puede hacer una buena obra de ciencia-ficción-, llega una relación con Willis muy cachonda, irónica y filosófica sobre las cuestiones morales del trabajo de asesinos que desempeñan, y las implicaciones que el poder sobre el control del tiempo otorga. Estas ambiciones están tan bien integradas entre los balazos que no molestan en absoluto al entretenimiento del espectador, simplemente una cosa y la otra son complementarias.

Cuando uno ya cree que va a ver uno de los mejores blockbuster con cerebro rodados en años, resulta que entra en el filme una forzada relación del protagonista con la mujer redentora marca del género; llega el drama, y se viene todo abajo. El filme solo recupera el vuelo en un final visual y conceptualmente poderosísimo, donde vuelve a combinarse la ambición metafísica de fondo con esa narración hipnótica y trepidante. Uno tiene la sensación de que Johnson debe tomarse menos en serio a sí mismo, desprenderse de esas ínfulas intelectuales, o integrarlas mejor en su modelo de tercera vía; y solo en ese momento pasará a formar parte de esa categoría de primera división que tan bien imita.

Sin embargo, con sus errores y virtudes, Looper es conceptualmente tan atractiva que está destinada convertirse ya en un título de culto. La idea de un sistema que depura lo que ya no necesita, incluidos los asesinos que éste mismo contrata para esa tarea, destinados desde que firman el contrato a autodestruirse algún día; bañados en oro, desfasando en su riqueza, conscientes de que tienen los días contados; es de los conceptos más políticamente radicales que se han visto en el cine de acción comercial reciente, solo comparable al segundo Batman de Nolan o a la interesante adaptación de V de Vendetta. Por todo esto, que no extrañe ver en los próximos carnavales algunos disfraces de Looper por la calle.

Comments are closed.