ROTTERDAM DÍA 7: UNA JORNADA DE CINE CON TRES MUJERES

¡Viva el cine chileno! Si hace dos o tres días creí haber descubierto en De jueves a domingo una joya en la filmografía más contemporánea de este país trasandino, hoy me he topado con un diamante en bruto. El debutante Jairo Boisier Olave desnuda de artificios la que es su primera película y al mismo tiempo declaración de intenciones hacia un cine austero, minimalista y desprovisto de falsas pretensiones. En La jubilada, el realizador cuenta la historia de Fabiola, una chica que tras abandonar su carrera como actriz porno en la capital vuelve a su pueblo natal para intentar retomar las riendas de su vida. Pueblo chico, infierno grande. La ignorancia de los habitantes (incluidos su padre jubilado y su hermana) y sus retrógradas prejuicios frente a la impudorosa profesión de la protagonista darán como resultado un cocktail de situaciones tensas, charlas incómodas y amistades inesperadas.

Jaro Boisier Olave entrega con 'La jubilada' cine austero, minimalista y desprovisto de falsas pretensiones. FOTO: IFFR

La narrativa del filme es lineal, los personajes (casi brechtianos) siempre se enfrentan a la cámara de cara y el realizador los retrata en planos generales. La excepción que confirma la regla la encontramos en una visita al cementerio en el que está enterrada la madre. Ambas hermanas contemplan la lápida y dan la espalda a la mirada del director mientras la menor cuenta a la mayor cómo una noche, cuando no podía dormir, entró en la habitación conyugal y ahí se los encontró, dale que te pego. Éste, junto a un instante de jovialidad familiar frente a una cámara web y un baile frente al espejo, son los tres únicos momentos que se resuelven con una sensación de alegría. El resto acaba siempre en desazón. La flaqueza del ser humano, siempre pesimista, siempre negativo. Las escenas empiezan y concluyen sin cortes, sacando sin grandes aspavientos el mayor partido al plano secuencia (y lo que encuentro más difícil, sin recurrir al travelling). No hay ni un movimiento de cámara a lo largo de los ochenta y tres minutos de duración.

Un ejercicio de contención del que muchos realizadores deberían aprender. En una película de estas características no cabe la música ni los grandes efectos de sonido (diegético al cien por cien). Quizá sea por el tema, o a lo mejor se trata también de lo formal, pero he salido de la sala del Cinerama con la sensación de que algo así intentó hacer la directora asturiana Elisa Cepedal en su último corto Ay Pena, y no me extrañaría que por la misma razón fuese Sección Oficial de Gijón en 2011.

'Miss Bala' se erige en metáfora de un país tomado por los narcos. FOTO: IFFR

Todo lo contrario ocurre con Miss Bala de Gerardo Naranjo. El autor de esta superproducción del cine independiente desata a la cámara y la empuja para seguir al personaje principal mientras encara una serie de eventos desafortunados. Laura, una joven oriunda de Tijuana de 23 años de edad se inscribe en un concurso de belleza fronterizo “por probar”. Ese mismo día, en una discoteca, presencia el ataque de una banda de criminales a un oficial de la embajada estadounidense (que no se sabe muy bien qué hacía allí). Es la típica historia de la persona que está en el lugar equivocado, en el momento equivocado. A partir de aquí comienza una espiral de sumisión marcada por un acentuado síndrome de Estocolmo y que la llevará a colaborar con los malos por obligación y bajo amenaza. Hay quien la compara con Traffic, del americano Steven Soderbergh, pero menos complicada en la construcción narrativa y sin dividirse en tantas historias paralelas (vamos, que no es una película coral).

A pesar de ser una obra llena de acción, con secuencias de persecución en coche y una balacera bajo un puente que parece sacada de un videojuego (un agobiante travelling interminable del que no saldremos vivos), lo de Naranjo es un ejemplo de cómo se puede ser autor incluso al abordar un género característico del cine comercial. Y es que mi compatriota (de cariño) es capaz de rodar a oscuras, con siluetas casi imperceptibles que recogen la poca luz de una noche sin luna, para ocultar momentos dramáticos y potenciar su efecto. Laura será reina por un día, una auténtica Miss Bala. Sin ser excesivamente dramática, la película consigue gritar una metáfora: “todos los mexicanos somos Laura”. Y es que los narcotraficantes tienen secuestrado al país entero.

Apostamos por Maja Milos ('Clip') para uno de los Tigres. FOTO: IFFR

Voy terminando. Me faltan cinco películas para ver todas las de Tiger Competition. Dentro de dos días se entregan los bigotudos galardones (quién tuviera uno en casa), así que este espacio pide a voces una quiniela. Son tres premios idénticos, misma jerarquía, misma cantidad de dinero (15 mil euros) y mismo trofeo. Yo me mojaré con cuatro títulos y a ver qué pasa. Puedo adelantar que considero que Clip merece uno. Este mediodía he entrevistado a su directora Maja Milos (la tercera mujer a la que aludo en el titular) y me da en la nariz que ella también es toda una “tiger”.

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