As Neves, de Sonia Méndez

Vaya por delante, no me llevo bien con el coming-of-age, por un lado un enorme contenedor lleno de posibilidades, pero que muy habitualmente acaba centrado en la superación personal de un protagonista adolescente con fórmulas muy estandarizadas. Las exploraciones desde lo fantástico o la comedia son más o menos frecuentes, pero se quedan tan lejos de lo que entendemos por este subgénero, que a menudo ni siquiera reciben esa etiqueta. Yo la asocio a un modelo caduco y repetitivo, muy en la línea indie que marca Sundance o, en Europa, a dramas sociales con mensaje, que personalmente no me provocan más que bostezos. Será que como habitual de festivales he tragado muchos bodrios, pues por alguna razón que se me escapa estas películas son legión en los certámenes internacionales. Por eso me acerco a ellas con cierta cautela.

Discúlpeseme la nota excesivamente opinativa y personal con la que empiezo hoy, pero creo imprescindible, por honestidad, explicar esto antes de hablar de As Neves (2024), la ópera prima en la ficción de Sonia Méndez, persona bien versada ya en cortos de ficción y documentales, en webseries y otros formatos atípicos; también actriz. Sin duda, es la suya una carrera diversa y poco convencional en una cineasta. As Neves comienza con una premisa bien sencilla, dos adolescentes se dirigen a una fiesta de Carnaval y van a probar por vez primera unas setas alucinógenas. Por el habla y el paisaje, aunque se sitúa en una aldea ficticia, entendemos de inmediato que la acción transcurre en el interior de Lugo —el rodaje fue en A Fonsagrada—. La cámara, muy móvil, las sigue al lugar en cuestión y, ya en el interior, no deja de realizar piruetas visuales propias del estado en que se encuentran los adolescentes. Hay algún ralentí, desenfoques y la muy presente música original de Andy Bell (Ride, Oasis), a base de acoples de bajo y guitarra, lo que aporta intensidad al asunto. Un cóctel bastante engalanado que, tras la desaparición de una de las protagonistas en el evento que arranca la trama, hace intuir una investigación policial con elementos de tensión psicológica a lo Twin Peaks (David Lynch, Mark Frost, 1990-1991).

Por suerte, no es así. Méndez sorprende con un guion tan predecible como sólido, en el que la intriga casi es lo de menos y lo que importa son las consecuencias psicológicas de los actos que los jóvenes han cometido. La posibilidad de ser todos cómplices de un crimen acerca As Neves a una exploración interior de las inseguridades de la juventud y de las bajas y altas pasiones de las que son capaces los adolescentes. La cinta, a partir de ese arranque trampa, adopta una mesura estética encomiable, con una cámara muy pegada a los actores, que lo dan todo. Cita Méndez a Gus Van Sant como referencia, pero As Neves, precisamente por esa contención y por el aura dostoiesvkiana que impregna el metraje, no iría mal en un programa doble con filmes del kazajo Darezhan Omirbayev, especialmente Student (2012). Quizás sea solo la nieve que me hace ver un literario drama ruso en la cinta. Honestamente, creo que no, creo que la intensidad interpretativa de la que hacen gala los actores sí permite insertar As Neves en esa tradición.

Es preciso pararse un poco en este apartado, pues sin duda es el gran acierto del filme. Méndez, también directora de casting, entrevistó a un total de 600 chicos de toda Galicia para quedarse finalmente con un puñado que compone la pandilla protagonista. Aunque todos cuentan en general con perfiles muy creativos, no es precisamente en el cine donde han trabajado. Experiencia, poca o ninguna. Conocimiento de unos y otros, nulo. Quizás por eso Méndez se encerró con el grupo durante dos meses, acompañada de una coach especializada, para capturar con naturalidad esa sensación de camaradería que acaba por quedar retratada de forma tan realista. Sus interpretaciones están tan logradas que uno creería que estos jóvenes se conocen desde hace años y que la directora los ha sacado a todos de un mismo instituto.

Muchas crónicas hablarán de la hiperconexión constante de una generación pegada a los móviles en contraste con el aislamiento de la Galicia rural de interior. Seguramente muchas se detendrán en el tema del bullying, del retroceso en igualdad de género en la juventud, del aumento del consumo de porno entre los más jóvenes; o compararán la trama con casos reales de acoso vía redes sociales. El filme resulta muy contemporáneo en ese sentido y trata estos temas con mayor o menor acierto en cada caso. En realidad, si en 20 años se seguirá sintiendo fresco, es por su capacidad para hablar del impacto de estas dinámicas asimétricas de poder entre los chicos, pues al fin y al cabo ese es su corazón. As Neves muestra conductas crueles, pero también realiza un retrato cariñoso de un tiempo confuso para todo ser humano, en el que estamos aprendiendo a convivir con nosotros mismos y formándonos como personas. Ahí es donde se puede hablar del coming-of-age, pero solo por el contexto, realmente la cinta trasciende estos confines de edad y género cinematográfico y desarrolla un impacto psicológico en sus personajes aplicable a situaciones muy diversas y a edades muy diferentes. Ahí se hace universal.

No es As Neves una película perfecta, a veces la mesura se rompe con florituras ocasionales de la directora de fotografía Lucía C. Pan, por momentos en exceso presente. Lo mismo ocurre con la música de Bell, sin duda excelente como paisaje sonoro de esos demonios interiores, pero que resta protagonismo a los jóvenes en escenas íntimas, anulando las imágenes y las interpretaciones por la fuerza tan descomunal de los acordes. El montaje, en ocasiones confuso de modo intencionado, habría parido otro filme de bienvenida atmósfera malsana de pisar Méndez ese acelerador. Pero seguramente no quería esa película. A pesar de estas irregularidades, que provocan que el tono de As Neves desvaríe en ciertas secuencias, la cinta es un sólido drama de robusto guion e impresionantes interpretaciones. Estas sostienen por sí solas las bases de una ópera prima estimable.

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