MISS LEDYIA, de José Gil

Miss Ledyia 1

El pasado 4 de marzo, el Teatro Principal de Pontevedra acogía el 100 aniversario de Miss Ledyia, primera película de ficción gallega, rodada en el 1916 por José Gil. Un siglo atrás, también en la ciudad de Pontevedra, el equipo de la película inauguraba una senda en la cultura gallega en la que los éxitos y la fama internacional llegaría con los años posteriores. El presidente de la Academia Galega do Audiovisual Carlos Ares, rodeado por la habitual comitiva de autoridades que acompañan a este tipo de eventos, recordaba aquello que dijo Xurxo González sobre que el cine es “un acto de amor” y deseaba mil primaveras más al cine gallego. Discursos aparte, la presentación de la película fue encomendada al profesor Ángel Luis Hueso, que recordó el carácter del cine primigenio como un cine casi observacional donde las grandes historias eran eventos cotidianos: la llegada del tren, la salida de la fábrica… Una introducción recorriendo los inicios del cine y esta particula aventura que es Miss Ledyia, introducción hecha en un perfecto castellano. Irónico aniversario celebrar la importancia de la primera película de ficción gallega, celebrar la importancia del cine como herramienta para la difusión de nuestra cultura en castellano. Pero, dejemos la ironía y la crítica aparte.

Miss Ledyia relata una historia de amor e intriga, como el cine clásico solía hacer. Además de una relación de pareja y la existencia de un posible triángulo amoroso, la película se centra también en el intento de atentado que el camarada Ruskin trata de acometer contra los reyes de Suevia. Filmada en la isla de A Toxa, la película consigue despojarse de la identidad del escenario para pasar a habitar un universo cinematográfico. Y es que, de nos ser por los intertítulos en castellano, o por la actuación de un joven Castelao, la pieza podría pasar por ser uno de los primeros filmes de cualquier país. Quizá sea por este afán de abarcar el mayor público posible que la trama sea algo universal y extrapolable a cualquier pantalla. Frente al exotismo que hoy puede abundar en la cinematografía gallega donde se busca filmar los signos identitarios como algo único y propio de Galicia (a rapa das bestas, la geografía gallega, etc.), José Gil escoge filmar en Galicia, pero no filmar a Galicia.

Entre las furtivas miradas a cámara de los actores, se esconde uno de los guiños de la película que cautiva la curiosidad y la sonrisa. En un instante, la reina de Suevia y el millonario Katzon preparan un viaje en coche. El chófer, que los espera fuera del hotel, los ayuda a subir y arranca el vehículo. Pero éste, a pesar de las miradas impacientes del conductor a cámara, no arranca. Es en ese momento, cuando el conductor se dispone a bajar para accionar de nuevo la manivela que activa el motor, cuando un corte de cámara situa al chófer de vuelta al volante, mirando al frente, y arrancando con éxito el vehículo. Lo que puede ser una anécdota, cobra mayor importancia al considerar el hecho que José Gil, además de director de la película, era vendedor de coches Ford. Y, logicamente, un vehículo suyo no funcionando en la pantalla no era buena publicidad.

Miss Ledyia 2

Más allá del hecho histórico, Miss Ledyia, es una aventura artística. Es el detonante de un nuevo camino del arte gallego que traería no solo éxitos y reconocimientos más allá de las fronteras gallegas, sino que ayudaría a crear un tejido industrial, más o menos grande, alrededor del cine. Cortometraje o mediametraje, poco importa la duración, Miss Ledyia es cine, y el cine no se mide en metros de película usado, sino en la importancia de la obra: y, con cien primaveras de cine después, es innegable que apostar por abrir el camino del séptimo arte en Galicia fue arriesgado pero muy exitoso.

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