VER LA OSCURIDAD, ESCUCHAR EL SILENCIO: EL CINE MINIMALISTA DE BAS DEVOS

Ghost Tropic (2019)

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Cinco años después de presentar su prometedor debut en formato largo, Violet (2014), Bas Devos ha vuelto por todo lo alto al circuito de festivales, estrenando no uno, sino dos nuevos largometrajes este año. En un lapso de apenas tres meses, su cinta Hellhole (2019) formó parte de la sección Panorama durante la pasada Berlinale, mientras que Ghost Tropic (2019) fue presentada en Cannes. Un logro de estas características no hace más que confirmar que el particular estilo del autor belga, marcado por la poética visual, no ha pasado desapercibido en la escena cinematográfica internacional. Por todo esto, no es de extrañar que su figura empiece a formar parte de distintas retrospectivas como la que le dedica este año el Novos Cinemas de Pontevedra en su cuarta edición (del 10 al 15 de diciembre de 2019).

Concebida durante la fase de posproducción de su segundo largometraje, Ghost Tropic se presentó por primera vez al público en la 51ª Quincena de Realizadores de Cannes el pasado mes de mayo. La película sigue a Khadija (Saadia Bentaieb), una empleada de limpieza de 58 años que vive en Bruselas, durante la única noche en 20 años en la que se queda dormida en el metro. Al verse obligada a caminar de vuelta a casa, Khadija empieza a vagar por las calles de Bruselas, pidiendo ayuda a los extraños que se encuentra a su paso. Rompiendo la tradición de trabajar con el director de fotografía Nicolas Karakatsanis (Yo, Tonya), Devos logra mantener su particular estilo cinematográfico gracias a su colaboración con Grimm Vandekerckhove (Le Fidèle), que filma la película en un brillante 16 mm. A parte de este cambio, el último trabajo de Devos incorpora todos los elementos que ha establecido como sus marcas de estilo a lo largo de 14 años de carrera (incluidos sus cortometrajes). Diálogos escasos, amplios planos secuencia y una fascinación por los espacios que habitan sus protagonistas son algunas de las características principales del universo cinematográfico de Devos.

El propio cineasta ha reconocido que, de alguna forma, Ghost Tropic puede considerarse la otra cara de su anterior trabajo, Hellhole. Mientras que Ghost Tropic nos presenta una Bruselas donde uno puede atreverse a ser vulnerable, pidiendo y ofreciendo ayuda a extraños, Hellhole retrata una imagen un tanto diferente de la capital belga. La cinta, cuyo título hace referencia a un comentario hecho por Donald Trump, explora la situación de Bruselas tras el ataque terrorista de 2016. A diferencia del formato 4:3 empleado en Ghost Tropic, que genera una atmósfera más íntima, Hellhole presenta un amplio 185:1 con el que seguimos a tres protagonistas: Alba (Alba Rohrwacher), una intérprete del Parlamento Europeo; Mehdi (Hamza Belarbi), un estudiante adolescente; y Wannes (Willy Thomas), un médico al que ambos visitan en diferentes momentos. Para todos ellos, la violencia ha dejado de ser algo ajeno que ven a través de la pantalla de un televisor, sino algo real que pueden llegar a tocar con solo extender sus manos. Todas las mañanas, el miedo a la muerte les asalta en el metro. Hellhole no busca explicar cómo han sucedido las cosas, sino centrarse en las secuelas de la tragedia y la forma en la que los personajes lidian con la muerte a su alrededor, dentro de los espacios en los que viven confinados.

Hellhole (2019)

De hecho, el duelo aparece como un hilo conductor en todas las películas de Devos. Violet, ganadora de la sección Berlinale Generation en 2014, es en sí misma una exploración de las secuelas que deja la muerte, concretamente el apuñalamiento de un adolescente en un centro comercial ante los ojos del protagonista, Jesse (Cesar de Sutter), de tan solo 15 años. Como espectadores, nos mantenemos distanciados del crimen, observándolo de forma fragmentada a través de las cámaras de vigilancia. Lo que realmente le interesa a Devos es el proceso interno de Jesse, así como la imposibilidad de expresar sus sentimientos a sus amigos y familiares (tal vez una de las razones por las que que el director belga es parco en palabras). La narrativa principal se ve interrumpida por las imágenes pixeladas y distorsionados de las cámaras del centro comercial. Del mismo modo, los sonidos aparecen silenciados de forma selectiva mientras Jesse trata de reconstruir los acontecimientos y enfrentarse al asesinato. Mediante el uso repetido de esta técnica de información fragmentada, Devos subraya sus intenciones y su visión como director, que han estado presentes desde su ópera prima. Los espacios ocultos en la oscuridad, los personajes a los que vemos como simples siluetas o el concierto de Deafhouse donde suena Violeta bajo luces estroboscópicas, son algunos de los elementos clave que aportan su estilo personal a la película. La fotografía en 4:3 nos invita de nuevo a un viaje íntimo junto al protagonista. Otra de las marcas autorales de Devos, sus largos paneos de 360 grados, también hacen su aparición en esta película, al igual que en Hellhole y sus primeros cortometrajes.

Podríamos decir que We Know (2009) es el primer corto del director con una narrativa definida, así como un uso efectivo y entrañable de los diálogos. La película explora las relaciones padre-hijo a través de una historia en la que aparecen representadas tres generaciones, y donde el amor filial es el tema principal. En esta ocasión, Devos se aleja de su fascinación por la oscuridad y opta por una obra más luminosa. La película no llega a tratar el tema del duelo, aunque el vínculo padre-hijo se ve fortalecido por la muerte inminente del abuelo. Centrándose en el más joven de los tres personajes masculinos, la cinta vuelve a estar filmada en un formato académico.

En The Close (2007) dos hermanos vacían una cabaña en el campo. Vemos como los dos personajes disfrutan tocando juntos la guitarra y desayunando sobre piezas de mobiliario que no coinciden. Esta es la primera vez que Devos rompe ligeramente su voto de silencio, ya que los dos hermanos intercambian brevemente algunas palabras. Aún así, siguiendo con su estilo característico, ninguno de los diálogos nos ofrece pistas sobre lo que está ocurriendo en realidad. Los planos son en general bastante amplios, y el único primer plano corresponde a una silueta masculina afligida, al igual que en su cortometraje anterior.

Violet (2015)

En Pillar (2006), el limitado campo de visión está rodeado por una oscuridad enigmática, aunque no aterradora. Accedemos a una morgue y a una casa que comparten el mismo silencio sepulcral tras la muerte del hijo de una pareja. La casa está rodeada por un bosque, otro elemento que aparece de forma recurrente en los primeros trabajos de Devos: un paisaje silencioso, que potencia el mutismo de los personajes. Una fogata ardiendo cerca de la casa y las risas lejanas de personas desconocidas son el único indicio de que la vida todavía continúa. La cámara se mueve lentamente, tratando de capturar todo el espacio habitado, incluyendo su vacío y su oscuridad, que reflejan el vacío interior de los protagonistas. Los planos amplios evocan la sensación de un voyeurismo fantasmal, en el que los espectadores asumimos la perspectiva del espíritu del joven fallecido. Una vez más, apenas hay diálogos. Las cortinas no se abren hasta el final de la película, insinuando que tal vez la pareja ha comenzado a superar su dolor, dejando que la luz entre de nuevo en su casa.

En el primer cortometraje de Devos, Taurus (2005), volvemos a encontrar un título bastante enigmático y a una pareja de hermanos. Thomas y Arne vagan por el bosque con la ropa manchada de sangre. Cuando se pone el sol, caminan de vuelta a la ciudad escondiéndose de los coches y transeúntes que encuentran a su paso. Antes de que Thomas llame a su madre desde una cabina telefónica, se asegura de que Arne se deshace del arma que tiene entre las manos. Todo indica que estamos presenciando las consecuencias de un acto violento, pero no sabemos quién es la víctima ni que ha ocurrido realmente. Los jóvenes parecen ser los autores de un asesinato (tal vez de un padre abusivo o de un animal salvaje), aunque no siquiera eso está claro. Devos se guarda casi todo para sí mismo, y las únicas palabras pronunciadas en la película son «hola» y los nombres de los dos niños. Las rotaciones de 360 ​​grados alrededor de los protagonistas transmiten su miedo y confusión, mientras que los cortes de montaje sugieren una falta de conciencia temporal y un estado mental nebuloso. Ambas técnicas aparecen reproducidas constantemente en el trabajo posterior de Devos.

De hecho, cabe destacar la consistencia del realizador a lo largo de los últimos 14 años. Desde su primer cortometraje, es posible identificar un estilo propio en todas sus obras, que a pesar de los cambios nunca llega a desviarse por completo. Aún así, Devos no es formulista. A pesar de emplear un vocabulario similar en todo su trabajo, la sintaxis nunca es la misma. Precisamente es esta consistencia, y su confianza en el estilo que persigue de forma consciente, lo que distingue al belga como un auténtico autor moderno. El cine minimalista y de ritmo lento puede no atraer a todo el mundo, pero aquellos que logren apreciarlo se verán recompensados por las obras de Bas Devos.

Taurus (2005)

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