O ORNITÓLOGO, de João Pedro Rodrigues

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Identidades mutantes

Ser uno, ser otro, ser de otra manera. Ser aquello que deseamos, que rechazamos o que ignoramos. Ser en proceso, en permanente transformación, guiados por el deseo, por el destino o por el azar. Los personajes de João Pedro Rodrigues son siempre sujetos ambivalentes, abiertos a las múltiples permutaciones que admite la identidad: pueden ser hombres que se convierten en bestias, como en O Fantasma (1999); mujeres que se convierten en hombres, como en Odete (2005) y Morrer como um Homem (2009); o incluso culturistas dispuestos a encarnar a reyes del pasado, como en O Corpo de Afonso (2012). La identidad, para João Pedro Rodrigues, es tan maleable como los géneros cinematográficos. Sus películas, por eso, tienen la virtud del transformismo, de llevar a personajes y espectadores por caminos insospechados, cambiando de piel sin cambiar de estilo. La parodia, por extraño que parezca, es para él la mejor forma de ir en serio: con las emociones no se juega, pero con las convenciones sí.

Fernando, el protagonista de su último trabajo, emprenderá otro viaje de no retorno que lo llevará a transmutarse en santo laico. Su camino estará lleno de encuentros anómalos: dos peregrinas chinas, perdidas y malditas, una banda de caretos transmontanos dispuestos a hacer el mal, un trío de amazonas en plena cacería, y un efebo sordomudo con un hermano gemelo algo más hablador. El relato avanza de sorpresa en sorpresa sin miedo al ridículo, sin arrepentirse y sin mirar atrás, porque João Pedro Rodrigues, a fin de cuentas, no es de los que se retracta, como ya ha demostrado en sus largometrajes anteriores: lo suyo, sin duda, son los finales irreversibles.

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Uno de los mayores talentos de este cineasta es la coherencia con la que desarrolla sus historias hasta las últimas consecuencias, hasta que Fernando, en este caso, se convierte en António – en San Antonio de Padua, para ser más exactos, con sermón a los peces incluido, un San Antonio gay que tendrá que sufrir, e incluso provocar, varias muertes hasta disfrutar de un amor bastante más carnal y menos celestial que el de su ancestro. Su transformación transcurrirá durante una excusión al Duero para avistar pájaros, en la que la dirección de la mirada se va a invertir rápidamente: la película comienza con Fernando observando unos pájaros, pero unas secuencias después, la cámara, montada en un drone, va a mostrar la vista de una rapaz sobre Fernando en el primero de los muchos planos subjetivos de aves que irán dando cuenta de la mutación del personaje. El ornitólogo pasa así de ser sujeto activo a objeto pasivo de la mirada y de su propia historia, que a partir de ese momento se va a desarrollar al margen de su voluntad. El valle del Duero deja entonces de ser una geografía real para revelarse como un territorio fantástico, habitado por seres mitológicos, en donde todo es posible, de la resurrección a la reencarnación.

João Pedro Rodrigues filma los bosques trasmontanos con un estilo etéreo y evocador, que recuerda por momentos a las selvas tailandesas de สัตว์ประหลาด (Tropical Malady, Apichatpong Weerasethakul, 2004) o ลุงบุญมีระลึกชาติ (Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives, Apichatpong Weerasethakul, 2010). Esos bosques están fuera de los mapas, fuera de lo real: son paisajes imaginarios, espacios concebidos para dar un salto a otra dimensión, como el círculo de sicómoros de Twin Peaks (David Lynch, TV, 1990-1991) o el basurero en el que termina O Fantasma. Esa floresta devorará a Fernando para escupirlo después como San Antonio tras un viaje iniciático y alucinado lleno de episodios bizarros, del coito mortal con el pastor sordomudo a la lluvia dorada del careto transmontano. O Ornitólogo es así una película libre, lúdica y libertaria, consciente de sus referentes –entre los que destacan Lynch, Cronenberg, Weerasethakul y Guiraudie, sin salirnos del cine– y capaz, aun así, de inventar mundos propios. Hay que aplaudir la osadía de João Pedro Rodrigues como cineasta, porque ha conseguido ser él, una vez más, siendo otros, por momentos.

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