PELA DEL ÁLAMO: «SIEMPRE EMPIEZO LA CASA POR EL TEJADO»

 

Pela del Álamo (Madrid, 1979) olfatea historias en su entorno próximo, las absorbe y las devuelve convertidas en relato cinematográfico, en un proceso en el que siempre deja algo de sí mismo. En distintos cometidos, participó en los rodajes de películas como Galatasaray-Depor, de Hannes Stohr, o Somne de Isidro Ortiz. Su primera experiencia como director llegó en 2004, con el documental A cuarta pista, sobre el fenómeno del Nuevo Circo. En 2007 comenzó el largo proceso de producción de N-VI, un retrato de la vieja carretera que une Galicia y Madrid, compaginándolo con el trabajo en su propia empresa de producción, Diplodocus. Tras cuatro largos años, da por concluido un largometraje que ahora espera por su estreno en 2012, y que ha cambiado su forma de ver el oficio.

Dentro del mundillo del audiovisual ¿hay algún puesto que usted no haya ocupado?

Pues creo que he hecho casi de todo. Empecé como productor de cortos, luego pasé a asistente de dirección en publicidad, regidor en plató de televisión, localizador, guionista… siempre he tenido que ser multitarea para sacar trabajo de todos los sitios posibles. También he hecho mudanzas, y he sido cocinero y camarero que, desde que aprendí a hacer cócteles, es mi segunda profesión. Vengo de una familia de clase media, y reconozco que nunca me ha faltado nada, pero me fui de casa a los 22 años, en cuanto terminé la carrera, y desde entonces me pago yo los gastos.

El cine lo probó con los Los días del kaos, ¿no?

Sí. Y verás que siempre empiezo la casa por el tejado. Antes había trabajado un poco en televisión, de auxiliar de realización, y en publicidad, como meritorio de dirección, es decir, como recadero. Pero aquí me metí directamente a director de producción y de productor ejecutivo. Fue la mejor escuela que he tenido, pero sufriendo mucho (ríe). Tuve que organizar a un equipo en los que casi todos eran mayores que yo, mientras me encargaba de pedir ayudas a la Xunta. Me pasé la semana de rodaje durmiendo una hora diaria, y lidiando con marrones que me venían grandes, entre Vigo y Santiago. El título, Los días del kaos, nos vino que ni pintado.

¿Qué llegó después?

Me marché a Inglaterra una temporada. Trabajé fregando platos, mientras me hacía un cursillo de cámara y colaboraba en un par de cortos. A mi regreso, estuve en una productora, haciendo de todo, y participé en varias producciones de cine. Y así, después de haber probado un poco de todo, me di cuenta de que lo que más me interesaba era el cine documental.

¿Es entonces cuando decide hacer A cuarta pista?

En ese momento de mi vida, estaba rodeado de gente que vivía para el circo. Me puse a hacer vídeos con ellos, y quise retratarlos de forma un poco más seria. Y eso es A cuarta pista, un trabajo con un lenguaje muy televisivo, divertido y ligero. Quitando algún fallo de guión, tiene una postura y un estilo que me convencen, y aprendí mucho. Fue mi salida al mundo, y me dejó entrever lo que serían mis próximos proyectos.

Pero, entre todos los géneros, ¿por qué eligió el documental?

Porque me permite viajar y explorar la realidad, la materia. Ésa es mi meta, el cine y la cámara solo son un catalizador para hacerlo. A diferencia de otros compañeros, para los que el lenguaje y el valor de las imágenes son un fin en si mismo, para mí el cine es una herramienta, un medio, para dialogar con el mundo. Aunque he visto bastante cine, cada día soy menos cinéfilo. Me interesa la experiencia cinematográfica, el rodaje, el contacto con la realidad. Adoro a Farocki, pero conecto más con Kowalski o Herzog.

¿Se define como viajero?

Para mí, durante un viaje, todo cobra sentido, me da igual que sean tres días en O Grove, o un mes y medio en Kosovo. He tenido una infancia itinerante, entre Galicia y Madrid, sin residencia fija, y por eso creo que he echado raíces en el propio hecho de viajar. Para mí, la carretera es un lugar identitario, que compartía con mi familia y con nadie más.

¿De ahí surge la idea de hacer N-VI?

Realmente, fue durante una temporada en la que trabajé como localizador, buscando lugares en los que rodar un anuncio de Mercedes. Estaba sacando fotos de los viaductos de Pedrafita, y reparé en la carretera pequeñita que pasaba por debajo. Me acordé de la cantidad de veces que la había recorrido con mis padres, y empecé a pensar en cómo hacer una película sobre ella.

¿Un impulso nostálgico?

No tengo nostalgia del pasado, pero sentí la necesidad de volver a la carretera, para saber qué había dejado atrás. Quise contar la historia del mundo en el que vivíamos hace quince años, en el que viajábamos más despacio y con más paradas. E hice una película por que es lo que sé. Si hubiera sido geólogo, hubiera publicado un estudio sobre el impacto de la autopista en el terreno.

Echando la vista atrás, parece que N-VI fue un trabajo muy duro…

Fue un proyecto autoproducido, y ahora me doy cuenta de que eso fue una locura. Me comió mucho más tiempo la preocupación por el dinero, por cobrar las subvenciones y por conseguir lo necesario para seguir adelante con el rodaje que la cuestión creativa, y tuve que parar en varias ocasiones para dar servicios con Diplodocus. Además, redacté folios y folios para intentar darle una base teórica al documental, aunque gran parte de eso no se vea en la película. Fue demasiado. Se me hizo interminable, tanto que por el camino cambió mi forma de grabar, y hay cosas del principio que ahora haría de otra manera…

(FOTO: Iván NespereiralCOH3)

¿Está satisfecho con el resultado?

Hasta que no lo vea proyectado en una pantalla grande, no podré responder. Pero reconozco que ha sido un trabajo satisfactorio, que he sacado adelante casi sin ningún aval, y pagándole a la gente que ha trabajado conmigo. He podido entablar relación con personas que no me conocía de nada, y que me han dejado grabar en su casa. He llegado a un montón de sitios, y he abierto un montón de despachos. Valorando la experiencia que he adquirido, sí que estoy muy satisfecho, pero me cuesta desvincular la película en sí misma de todo lo que he vivido para terminarla. Por eso no puedo valorarla aún.

¿Cuándo nace Diplodocus Producciones?

Durante el rodaje de A Cuarta Pista, quise tener una marca para autoproducirme. En principio, la empresa soy yo solo, es mi nombre comercial. Pero con el paso de los años, he ido reuniendo un equipo de colaboradores muy fiel, sin los que no sería nadie.

Tras diez años viviendo del cine, ¿se arrepiente de no haber hecho una oposición?

Es una pregunta curiosa, porque llevo dos años pensando seriamente en presentarme a una plaza de profesor. Siempre he creído, ingenuo que era, que ser autónomo me daría la libertad de poder trabajar en lo que me gusta, y de desarrollar mis propios proyectos, escribiendo y grabando lo que me apeteciese. Sin embargo, a medida que en Diplodocus comenzamos a prestar servicios más complejos, relacionados con la producción, la postproducción, el montaje… cada vez me quedaba menos tiempo para mí. Y cuando ya estaba consolidando clientes, entramos en esto de la crisis y empezaron los impagos…

¿Demasiadas preocupaciones?

Nunca sé cuando voy a cobrar, ni siquiera si voy a cobrar. Es imposible saber cuándo me va a entrar trabajo, por lo que no puedo planificar. Y todo el tiempo libre que tengo, se me va en proyectos personales, como N-VI. A mis 32 años, estoy un poco cansado de esta incertidumbre.

Entonces, ¿cómo pinta el futuro?

Estoy deseando frenar un poco y replantearme la forma de hacer las cosas. Voy a ahorrar, voy a hacer un viaje largo y voy a pensar seriamente si quiero apostar por Diplodocus o me pongo de verdad a sacar una plaza de profesor. En todo caso, estoy seguro de que en cuanto recargue las pilas, voy a empezar a grabar algún proyecto nuevo…

¿Alguna idea en mente?

Quiero grabar pastores. Son personajes que me seducen, y creo que podría contar algo con ellos. Veré qué me dicen y luego seré un vampiro una vez más, y usaré su historia para conocerme un poco más a mi mismo.

 

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