MUTACIONES DEL CINE POSMODERNO

El último extenso libro de Gerard Imbert podría verse como una continuación de Postelevisión. Pero esta vez su labor ensayística se centra en los imaginarios sociales que subyacen en el cine posmoderno. Unos imaginarios colectivos que Imbert define como “representaciones flotantes, más o menos conscientes, que condicionan nuestra aprehensión de la realidad e inciden a la formación de la identidad social”. Para Imbert el cine es un fiable indicador social y los imaginarios colectivos se anticipan a las representaciones colectivas o se adelantan a los cambios sociales, dándoles una forma sensible, “no solo reflejan lo que hay sino lo que puede ser”.

La radiografía que Imbert realiza de estos imaginarios acaba convirtiéndose en un valioso trabajo sobre el estado del cine contemporáneo y en una muestra representativa de los autores más audaces y arriesgados (Philippe Grandieux, Tsai Ming-Liang, Pedro Costa…) así como de las tendencias más novedosas (hibridaciones ficción/documental), las cinematografías más en auge y sugestivas (cine filipino) o los movimientos y grupos que, a pesar de la heterogeneidad de sus autores, comparten interesantes puntos en común (nuevo cine francés).

La posmodernidad ha traído consigo grandes cambios y transformaciones dentro de la sociedad, así como alteraciones en las identidades de los sujetos y reajustes en las relaciones de sus miembros. Las seguras estructuras sobre las que se asentaba “la sociedad sólida” se ven tambaleadas por la liquidez, la transitoriedad y el presentismo de la posmodernidad. Gerard Imbert sigue la línea de las investigaciones y ensayos de autores que han inventariado y detallado las modificaciones y metamorfosis que ha sufrido la modernidad. De Zygmunt Bauman (tiempo liquido, vida liquida), Michael Maffesoli (neotribalismo, iconologías), Marc Augé (no-lugares) o Jean Duvignaud (anomia). El trabajo de Imbert consiste en detectar, a través de los imaginarios sociales que están latentes en el cine, los cambios, transformaciones y mutaciones que muchos de estos exégetas de las posmodernidad han detectado y desvelado en sus obras.

El ensayo estructurado en torno a una “serie de objetos fundadores a partir de los que se construye el sujeto social”. Estos cuatro grandes bloques, a pesar de poder funcionar de forma independiente, cuentan todos con una introducción y una conclusión; acaban transmitiendo una sensación rizomática y una lectura horizontal por la extraordinaria certeza y capacidad de Imbert para atar cabos, crear constelaciones y formular conexiones.

Rodaje de 'Independencia', de Raya Martin

La primera parte gira en torno al Cuerpo. ¿De qué manera el cuerpo en el cine posmoderno es lugar donde cristalizan y condensan síntomas? El cuerpo para Imbert se convierte en el epicentro de todas las tensiones, angustias y miedos que asolan al sujeto posmoderno. Un cuerpo que bascula entre el vacío y la ausencia (Tsai Ming-Liang, Gus Van Sant, Hou Hsiao-Hsien) o el exceso (el cine mexicano) y el dolor (Kim Ki-Duk, Michael Haneke, Patrice Chereau…). El cuerpo de la posmodernidad oscila entre la liviandad y la gravedad, entre el peso y la gracia.

Identidad y no-lugares

La segunda parte trata sobre la identidad, búsqueda incesante del sujeto posmoderno y fuente de incertidumbres más que de certezas, origen de dudas más que de verdades. De estos desencuentros que tiene el individuo consigo mismo surge, dice Imbert, un relato donde la ambivalencia y la ambigüedad se contraponen a la univocidad y la claridad de la modernidad. Como en el cine posfeminista, que analiza en esta parte, etiqueta con la que Gerard Imbert pretende aglutinar a cineastas tan heterogéneas como Catherine Breillat, Claire Denis, Naomi Kawase o Pascale Ferran; ”lo femenino” se reformula desde nuevas visiones y sensibilidades. No obstante, la identidad masculina también se presenta como objeto controversia y discordia en el “nuevo cine francés” con la aparición de personajes trastocados, imprevisibles o en crisis (Arnaud Desplechin, Cédric Klapisch, François Ozon). La institución familiar en el cine posmoderno se convierte en un núcleo de desavenencias y origen de discordias; la figura patriarcal se ve cuestionada; su legado y herencia rechazados. Aparecen nuevas formas de relacionarse; la división entre géneros se vuelve porosa y confusa, y la homosexualidad aparece como tema de preocupacion y debate (André Techiné, Gregg Araki).

Dentro de este segundo bloque Imbert también dedica apartados a la figura de los no-lugares (Marc Augé), la aparición de la deriva que sustituye al recorrido lineal y al surgimiento de un nuevo tipo de personajes que el autor define como Borderline: “personajes que contemplan la realidad desde los bordes o llegan a límite”. El cine posmoderno está lleno de retratos de personajes esquizofrénicos y duales o de individuos espectrales en continua búsqueda de sí mismo, la ambivalencia se instala en el interior de las personalidades.

Tim Burton con Johnny Depp y Sarah Jessica Parker en el rodaje de 'Ed Wood'

La tercera parte Imbert la dedica a la tríada de la muerte, violencia y horror. Unos imaginarios y un tema que el escritor conoce profundamente ya que en La tentación del suicidio había realizado un análisis sobre la representación de la violencia y los imaginarios de la muerte en la cultura de la posmodernidad. La violencia según Imbert ha sufrido importantes cambios y transformaciones en la representación, se ha naturalizado; ha pasado de medio a fin en sí misma (Tarantino), pero también aparecen autores que critican la estetización y banalización a la que se ha llegado en su puesta en escena, como también el placer voyeuristico de los espectadores ante este tipo de representaciones. La muerte en el cine posmoderno, dice Imbert, se mueve entre la hipervisibilización (Johnnie To, Takeshi Kitano) y la reflexión (Gus van Sant, Jim Jarmusch), entre la saturación y el exceso, entre la ausencia y la omisión.

Aparecen nuevos monstruos, porque los miedos son más interiores, y el horror y el mal se han familiarizado (Bruno Dumont, Phillippe Grandieux). Gerard Imbert también detecta frente a la “omnivisibilidad de la muerte en la cultura actual” un trabajo de duelo que se da en algunos autores (Desplechin, Pascale Ferran, Olivier Assayas), aunque en este punto se olvide de la figura de Philippe Garrel, cineasta del réquiem.

La cuarta parte, En los límites de la realidad, se presenta como la más heterogénea y dispersa por su intento de aglutinar y abarcar tendencias y autores, que aunque ponen el acento en la aparición de cambios y modificaciones en la representación de la realidad en el cine, poco o nada tienen que ver entre ellos. El “ultrarrealismo” de Pedro Costa y los mundos fantásticos de Tim Burton; el neobarroquismo de Peter Greenaway y el nuevo cine filipino; las nuevas hibridaciones entre el documental y ficción y los mundos “borgianos” de Raúl Ruiz

Gerard Imbert consigue con Cine e imaginarios sociales que nos embarquemos en un intenso viaje ensayístico a través de las grandes preocupaciones y temas que subyacen el cine posmoderno, proponiendo una lectura horizontal y unas meditaciones sagaces en las cuales gracias a una aguda capacidad cartográfica, percibimos las grandes mutaciones, preocupaciones y tensiones del mejor cine de las dos últimas décadas.

__________

Cine e imaginarios sociales: el cine posmoderno como experiencia de los límites (1990-2010)

Autor: Gerard Imbert

Editado por Cátedra. Disponible por 22,50 euros.

Comments are closed.