Play-Doc 2021: De un tiempo y de una tierra
El Play-Doc, festival internacional de cine documental de Tui, celebró entre los pasados 22 y 26 de septiembre su decimoséptima edición. Además de ofrecer la oportunidad de asistir por primera vez en España a retrospectivas de históricos cineastas del género, como Manfred Kirchheimer o Bette Gordon, presentó, como viene siendo habitual, una cuidada selección de filmes en su sección oficial, compuesta en esta ocasión por tan sólo cinco obras que comparten, casi en su totalidad, la construcción de un discurso reflexivo sobre la memoria y la influencia de los espacios sobre los sujetos que habitan en ellos.
Competición Internacional
Un caso paradigmático es el de Esquirlas (Natalia Garayalde, 2020), largometraje que fue distinguido con el Premio Play-Doc 2021 por un jurado internacional compuesto por el crítico de Cahiers du Cinéma Ariel Schweitzer, la programadora norteamericana Nellie Killian y el productor gallego Felipe Lage. El filme aborda la explosión de la fábrica militar de la ciudad argentina de Río Tercero en el año 1995, un suceso con múltiples repercusiones para los habitantes de la localidad, desde las muertes y las secuelas para la salud hasta los graves daños materiales, que tuvo también una dimensión política nunca resuelta, pues quedó sin aclarar el papel del gobierno presidido por Carlos Menem, al que numerosas voces acusan de provocar la destrucción de la fábrica, simulando un accidente, para ocultar la venta ilegal de armas a Croacia en el conflicto de los Balcanes.
La autora se mueve entre esas dos dimensiones, la personal y la política, entretejidas constantemente en una obra que también posee un marcado componente autobiográfico, dado que ella y su familia residían en Río Tercero y vivieron directamente los hechos. Además, la mayor parte del material empleado para la construcción del filme son imágenes de archivo familiar grabadas por la propia Garayalde, que entonces solo tenía 12 años, con una cámara de vídeo de uso doméstico que le había regalado su padre. La experiencia de su familia, desde los años previos a la explosión hasta los caóticos días que cambiaron su vida y las repercusiones que continuaron sufriendo hasta la actualidad, es el eje vertebrador que emplea para presentar la historia la cineasta, que presta su propia voz para acompañar las imágenes, introducir los personajes y situaciones y narrar los hechos. Así, la parte sirve como muestra del todo y el ámbito personal y familiar trasciende sus límites hasta abarcar el terreno de las responsabilidades políticas nunca dilucidadas, vistas desde los ojos de quien experimentó todo aquello directamente en su propia piel.
Otros dos filmes de la sección oficial guardan una fuerte semejanza con este. El primero, Disturbed Earth, de Kumjana Novakova y Guillermo Carreras Candi, centra su atención en las heridas abiertas por la masacre de Srebrenica. El retrato en este caso es coral, con tres protagonistas, y la intervención de los autores mucho menos explícita, pues evitan introducirse en la posición de las víctimas y muestran simplemente la vida cotidiana de las personas retratadas, profundamente marcada por aquel suceso. En el centro del relato, sin que se enuncie, la dificultad de seguir viviendo, o, aún más allá, la dificultad de seguir viviendo junto a los lugares del horror, apegados a esa misma tierra que fue depósito de cadáveres conocidos y vuelve a servir ahora como medio de vida del que extraer el pan de cada día. Srebrenica, siempre presente, incluso cuando no se nombra, en medio del silencio, en cada gesto, en cada mirada perdida de los testigos que sobrevivieron.
En segundo lugar, Dal pianeta degli humani (Del planeta de los humanos, Giovanni Cioni, 2021) constituye un ensayo visual que centra su atención sobre todo en el espacio y en las diversas capas y dimensiones de este en relación con las vivencias de quien lo habita, tanto histórica como sincrónicamente. El cineasta dirige su atención a Ventimiglia, en la frontera francoitaliana, un espacio de tránsito para inmigrantes sin papeles que se juegan la vida tratando de llegar al norte de Europa atravesando el monte en condiciones penosas, pero también, en su momento, vía de escape para judíos y partisanos o destino turístico de sol y playa para veraneantes de clase media. Sin embargo, el elemento que emplea Cioni para estructurar el filme es la curiosa historia del doctor Voronoff, un cirujano de origen ruso que residió en esa zona y alcanzó gran fama en los años 20 con su técnica de trasplante de tejidos de testículos de mono a sus pacientes para tratar de rejuvenecerlos. Esto, que podría parecer un argumento de ciencia-ficción, le sirve al cineasta para construir un relato más original en el que, además, un coro de ranas que habitan en un estanque hace el papel de testigo privilegiado de todo lo sucedido en la frontera de Ventimiglia, hasta lo más inverosímil, confiriéndole un cierto carácter mágico, de cuento de hadas, al largometraje.
Por otra parte, la portuguesa Susana Nobre se aproxima en No táxi do Jack a la historia de Joaquim, un hombre a punto de jubilarse que va de empresa en empresa solicitando que le sellen los papeles que acreditan que ha acudido a demandar empleo, requisito indispensable para seguir cobrando el paro. Desde el comienzo del filme, queda claro que Joaquim no es un casi-jubilado cualquiera, comenzando por su pinta de Elvis Presley con tupé y chupa de cuero. Poco a poco, mientras lo acompañamos en sus viajes, vamos conociendo detalles de su vida, con especial atención a su trabajo como taxista y conductor de limusinas en el Nueva York de los años 70, del que va contando algunas historias, que Nobre incluso recrea con el propio Joaquim como protagonista con su aspecto y edad actual, sin que se deje de entrever por ello que aún es mucho más lo que calla este peculiar taxi driver a punto de abandonar para siempre la vida laboral y retirarse a tomar el sol, dar de comer a las palomas o hacer lo que haga la gente como él en esas situaciones. La película también constituye una dura crítica a un sistema económico que obliga a los Joaquins a emigrar para trabajar de sol a sol, sin poder ver apenas a sus hijos, transportando de aquí para allá brókeres de Wall Street o peregrinando por oficinas de empleo y empresas varias como si en todos esos lugares no supieran de sobra, como sabe el propio Joaquim, que con su edad no hay más hueco ni futuro para él en un mercado laboral en el que hay que venderse al mejor postor y nadie quiere pujar ya por él.
El filme más particular de los que compitieron en la sección oficial es Big In China. Georges and the Vision Machines, del director canadiense Dominic Gagnon. Está construido íntegramente a partir de fragmentos del enorme caudal de vídeos grabados por el youtuber francés Georges Non-Stop durante los más de diez años que residió en la ciudad china de Changsha. Georges comenzó haciendo vídeos meramente cómicos con bromas y reacciones de los viandantes a estas, pero pasó a intercalar comentarios políticos en los vídeos que grababa con su GoPro o su palo selfie mientras andaba por la calle, compraba en el supermercado o conducía. Sus críticas, caracterizadas por la hipérbole y la mordacidad, tenían como principal blanco el supuesto control de las autoridades chinas sobre la población, principalmente a través de las cámaras de vigilancia, y la mentalidad de los propios ciudadanos ante esa realidad. Estos comentarios supusieron su despido de la universidad en la que trabajaba y, posteriormente, su expulsión del país. Lo que muestra, en esencia, el documental es una selección editada de sus vídeos en los que se refleja su evolución personal y se narra su conflicto con las autoridades hasta la definitiva expulsión.
Competición Galicia
Además de esta selección internacional de filmes, el Play-Doc también dedicó un espacio a un conjunto de obras gallegas de muy diversa índole, un total de once filmes, la mayoría cortometrajes, realizados tanto por cineastas ya consolidados como por autores noveles. Las principales vetas creativas exploradas por estas obras están fuertemente vinculadas también con la reflexión sobre el espacio, la experiencia y la memoria. Es el caso, por ejemplo, de El Viaje, 1988 (Claudia Pineda, 2021), un ensayo sobre el acto de viajar construido a partir de imágenes de archivo familiar grabadas por la abuela de la autora; de Persoa, Pobo, Paisaxe (Daniel Pérez Silva, 2021), cortometraje que aborda la vida en el rural gallego configurando una estética particular que destaca la majestuosidad del paisaje de la montaña luguesa y retrata, al mismo tiempo, a las personas que se resisten a abandonar ese hábitat en crisis, y Memorias de Ultramar, de Alberto Berzosa y Carmen Bellas, un documental elaborado con imágenes de archivo tomadas durante el franquismo en las últimas colonias españolas en África, con el sonido natural de las instantáneas y sin apenas acompañamiento, que muestran tanto diversas escenas de la vida cotidiana como los desfiles de la Legión ante el dictador o los contrastes entre una élite colonial con chalé y piscina y una población autóctona empobrecida que trabaja a su servicio.
En una línea semejante, Parolar cun eu (Xisela Franco, 2021) se interroga sobre el compromiso político, el paso del tiempo y la inexorable amenaza del derribo de la mano de Margarita Ledo, que visita la vieja fábrica de cerámica del Grupo Álvarez, en Vigo, hoy abandonada y en ruinas, antaño escenario de luchas como la que protagonizaron las mujeres de Nación (2020), último filme de Ledo. Por otra parte, Tierra de leche y miel ( Héctor Domínguez- Viguera, Carlos Mora Fuentes y Gonzalo Recio, 2021) explora el territorio de los no-lugares, habitados por gentes desplazadas, desubicadas o en permanente tránsito: supervivientes de la guerra de los Balcanes que permanecen en centros colectivos, desplazados por las guerras de Abjasia que acceden por vez primera a una vivienda con la esperanza de poder volver aún a sus hogares de origen y una pareja de refugiados sirios en Grecia que esperan poder reunirse con su hija en Alemania.
Por su parte, Xacio Baño construye en Aguas abisais un símil entre el fondo oceánico, con las misteriosas criaturas que habitan en él, y las profundidades de la memoria colectiva y familiar, que esconden otros personajes ocultos de los que tampoco sabemos prácticamente nada. Se trata de un documental con un marcado peso biográfico que tiene como leitmotiv un caso concreto, el de un pariente suyo olvidado que combatió y murió en la Guerra Civil. El filme se compone, sobre todo, de la memoria oral de quien lo conoció, de la memoria escrita que dejó en las cartas que enviaba desde el frente y de las propias investigaciones de Baño, que se traslada al lugar en el que falleció y va narrando y mostrando la evolución de sus pesquisas sobre ese pasado enterrado del que nada había oído hablar hasta entonces.
Sobre la recuperación de memorias olvidadas gira también Negro Púrpura (Sabela Iglesias y Adriana P. Villanueva, 2021), una obra que explora diferentes dimensiones asociadas al cláviceps purpúrea, un hongo alucinógeno que afecta a diversos cereales y con relevancia en la historia gallega por sus múltiples propiedades y por el mercado generado a su alrededor en los años 40 y 50. El filme combina diversas dimensiones y registros: el discurso científico que explica sus características, la memoria de las personas que lo recogían y vendían, las recreaciones de los anuncios y noticias de la época sobre sus propiedades y las exóticas alusiones a los misterios eleusinos en honor de la diosa Deméter, donde los asistentes empleaban este hongo junto a otras sustancias psicodélicas cuyo efecto sobre la percepción sensorial también recrean las directoras en sus imágenes.
Entre los filmes gallegos presentados en esta edición del Play-Doc también hay otros que se alejan de estos enfoques y abordan otras cuestiones. Por ejemplo, el corto A comuñón da miña prima Andrea, de Brandán Cerviño, aprovecha las imágenes grabadas con motivo de esa ocasión para crear un curioso juego creativo consistente en un diálogo entre el autor y su prima, que le va indicando como quiere que sean las imágenes, qué elementos quiere que aparezcan o qué músicas quiere introducir mientras las imágenes se van modificando sobre la marcha de acuerdo con sus deseos. Esto da pie a situaciones bastante cómicas, al igual que las reflexiones suscitadas por la conversación entre ambos, que mezcla la solemnidad del acto y la pregunta por las grandes cuestiones, tales como la existencia de Dios, con la inocencia de la infancia, que da pie a respuestas como: “Yo no sé si existe Dios, pero, si existe, yo hice la comunión. Y después la hice también por los regalos, claramente”.
Por otra parte, Diana Toucedo construye en Camille & Ulysse un diálogo entre las filósofas Vinciane Despret y Donna Haraway que sigue la forma de una correspondencia cinematográfica basada en los argumentos de dos cuentos suyos de ciencia-ficción situados en un futuro posterior al colapso ecológico en el que habitan nuevas comunidades que trascendieron los límites de lo humano hibridándose con determinados animales para adquirir diferentes características. Se trata, por lo tanto, de un filme que explora las fronteras del género ocupándose de lo (¿aún?) no ocurrido, como Tengan cuidado ahí fuera (Alberto Gracia, 2021), una fantasía salvaje con aire retro sobre conductores suicidas, carrocerías destrozadas, cementerios de coches y la locura, siempre al acecho, personificada en un operario que rompe, hacha en mano, lo poco que aún se resiste a la destrucción.
Sin embargo, el filme que el jurado distinguió con el premio de la categoría no fue ninguno de estos, sino el corto Os corpos, de Eloy Domínguez Serén, una aproximación al carnaval tradicional ourensano grabada y editada de tal manera que constituye una experiencia inmersiva para el espectador, sumergido de pronto en una multitud heterogénea entre la que pululan todo tipo de personajes extraños, enmascarados y vestidos para la ocasión, que lo amenazan con los trapos que van y vienen por el aire en caótica guerra de todos contra todos. Representa también, por lo tanto, una celebración de las tradiciones más profundamente enraizadas en el acervo colectivo, otra aportación a esa tierra y ese tiempo, pretérito desde el presente y con la vista puesta en el futuro, que nos moldean y constituyen de las múltiples formas que pudieron verse en Tui en la última edición del Play-Doc.